Portada de la novela gráfica Asfalto.
Portada de la novela gráfica Asfalto.
Calificación Recomendado de Rehilete.
Calificación Recomendado de Rehilete.

Reseña por Memo Fromow

Asfalto (2024)
Hernán Gallo
Tierra Adentro
Libro: Novela Gráfica

Para los que sí los quieren en su casa.

A todos nos ha pasado que alguna vez que la gente con la que vivimos nos hace desear arrancarnos la ropa y correr desnudos hacia la libertad, que siempre parece estar al alcance de la mano con solo abrir la puerta, quemar nuestra INE y desaparecer para siempre de este odioso jueguito que llamamos la vida cotidiana.

La gente madura lidia con este sentimiento respirando hondo, pensando en que a fin de cuentas su familia lo ama y recordando que tienen cosas pendientes para la semana: se fajan los pantalones, dan media vuelta y piensan que se salvaron del inmenso ridículo y los grandes inconvenientes logísticos y morales que tiene actuar como un adolescente. Ahora bien, cuando esto le pasa a un adolescente tenemos Asfalto de Hernán Gallo, ganador del concurso de Novela Gráfica Joven, y persona que tiene el descaro de vivir mi sueño en lugar de mí… ejem.

Un gatito se escapa de su casa sin mayor razón que el tedio de una vida que ya le viene chica y empieza a sofocarlo: después de un rato se da cuenta de que claramente no pensó esto y ya empieza a dar marcha atrás cuando se topa con Mía, una chica de nariz puntiaguda, harta como él de que se le escurra la vida trabajando en la lonchería de su tía. Si nuestro personaje del principio ya estaba empezando a entrar en razón, antes de que llegue la mañana se encontrará en una moto robada rumbo a la playa con una mujer que acaba de conocer. Eso fue rápido.

No se espanten, aunque lo parezca, esto no va a acabar en la portada de El Gráfico o del periódico de nota roja de su preferencia, sino en un inesperado resbalón dentro de un gran charco de sanación emocional.

Desde nuestra cómoda estabilidad adulta, es fácil olvidar el tiempo en que no te crujían las rodillas pero tampoco podías entender tus sentimientos, mucho menos ponerlos en palabras y comunicarlos a tus personas de confianza para hablarlos como la gente: no, estallábamos una vez a la semana, muchas veces sin saber por qué y en lo que se nos bajaba, dejábamos un camino de destrucción y averías que alguien tendría que arreglar después. Hernán Gallo va a seguir este camino hasta su, quizás no conmovedora, pero no menos emocional conclusión.

Es cierto, en la vida real este tipo de escenarios suelen resultar mucho más funestos, pero para eso existen historias como esta y la literatura en general, para aprender lecciones sin que tengamos que experimentarlas en carne propia. En este caso, la bomba estalló en un área segura y en compañía de un buen amigo que entiende y escucha.

La vida de Hernán Gallo es la misma de muchos que vivimos en la última década del siglo XX: una vida suburbana llevada entre caricaturas y los primeros zarpazos antes de la irrupción masiva del animé en la cultura y la estética populares. La influencia de esa vieja y venerada década se nota a cada trazo no solo del libro, sino del trabajo en general del autor. Quizás es por eso que sentí la historia casi como un arrullo: todo iba a estar bien si estos seres que me recordaba a mis tardes de después de la escuela estaban conmigo.

Los colores vivos, pero sospechosamente disciplinados en paletas reducidas que rigen las emociones de las secuencias con la mano de hierro del artista llaman la vista sin distraerla demasiado. El trazo es minimalista y amistoso, como dije, fruto de una escuela gráfica y estética basada en las animaciones de antaño y esta es una historia que decididamente hubiera cuadrado a la perfección en aquella barra de programación del viejo Cartoon Network o similares, quizás no con figuras tan locales como el metalero melenudo y con corazón de oro que compra yogures de fresa del carrito en la mañana o el doloroso arreglo de familia poco convencional que une a Mía con su tía; rasgos tan tiernos y a la vez crudos de realidad difícilmente hubieran cabido en El Laboratorio de Dexter o en Las Chicas Superpoderosas, programas (entre otros) de una corriente y un tiempo que a su modo nutren tanto el libro y la estética de nuestro autor y que me alegra mucho ver aquí, de algún modo resucitados por la pluma de Gallo y trayéndome las historias y los personajes que siempre quise ver en el reflector.

¡Los dosmiles viven de nuevo! Y ahora con casos tan reales como los Casos de la Vida Real de Silvia Pinal; bueno, quizás no tanto, pero sí mucho más cercanos a nosotros, que hablan en nuestra lengua y hasta en simpson-referencias.

Ha pasado el tiempo: los niños y adolescentes de una vez somos ya adultos, las últimas tres décadas se han convertido en recuerdos y las caricaturas que veíamos son ya influencias para creadores que las han hecho volver a vivir en otras formas, más nuevas y más valiosas, por cuanto vienen ahora cargadas del valor de la nostalgia; de ver a través de cosas nuevas lo que una vez fue. Las ideas florecen en otras y nosotros también maduramos para convertirnos en gente que aunque sigue atosigada por el mundo, al menos sabemos llevarlo con calma. Envejecer no es tan malo.

Asfalto es un paseo relajante a la orilla de la banqueta, del mar y de los sentimientos. Una tarde de flojera en que salimos a caminar y de paso pensar en nuestras vidas, y cómo quizás no estamos tan mal, si a fin de cuentas en casa hay quien nos quiere y por quien vale la pena tomar aire, fajarse la camisa y seguir nuestra aburrida, pero hermosa vida en paz.