Portada del libro Cantar de Fuego.
Portada del libro Cantar de Fuego.
Calificación recomendado de Rehilete
Calificación recomendado de Rehilete

Reseña por Lalo Enríquez

Cantar de Fuego (2024)
Liliana García
Editorial Los Reyes
Libro: Biografía / Música

El incansable espíritu de Judith Reyes regresa a jalarnos las patas.

Hace unos años le contaba a un amigo chileno sobre Judith Reyes y ambos nos sorprendíamos un tanto de las similitudes entre esta figura de la canción mexicana y la célebre cantautora chilena Violeta Parra. Ambas comenzaron en el mundo de la música desde el negocio del entretenimiento, después transitaron a un proyecto de recolección folclorista de los sonidos de su país, vivieron una especie de exilio en tierras extranjeras y terminaron íntimamente envueltas en el florecimiento de los movimientos de canción política de sus respectivos países.

Y si bien no vengo aquí a argumentar que Judith Reyes merece el mismo estatus que Violeta Parra en el imaginario colectivo de México o de América Latina, definitivamente pienso que su olvido incluso entre los grupos que deberían de estar interesados en preservar su memoria es una prueba más de que en nuestro país muchas veces caminamos sobre abismos de historia. Vamos pisando el vacío.

Justamente aquella conversación surgió porque conseguí el disco de vinilo de la Cronología Del Movimiento Estudiantil 1968, disco de lanzamiento independiente, limitado y prácticamente clandestino que se tiró en México durante 1974 y contiene los temas que Judith compuso referentes al hito histórico que desembocó en la famosa matanza del 2 de octubre en Tlatelolco. Lo compré en un lote en algo así como 50 pesos, y si bien tengo que aceptar que soy bueno encontrando gangas, tampoco fue algo tan impresionante considerando otros precios que he llegado a ver ($100, $150, a lo mucho $200). Yo creo que un objeto como ese literalmente tendría un valor histórico y museográfico en otros países.

Por tanto, fue grande mi gusto al enterarme que Liliana García ha pasado ya años y hasta décadas dedicándose al rescate histórico de Judith, a través de la escritura de varios libros de biografía y análisis sobre su vida y obra. En el mes de mayo de este 2025 acudí a la presentación del libro que aquí nos concierne, misma que se dio en la Fonoteca Nacional con la presencia de su autora y de algunos otros comentaristas.

El libro es un recuento completo como el que más respecto a los andares de Judith Reyes dentro de la república y fuera de ella. Desde sus primeros años de niñez en San Luis y Tampico, pasando por su participación en una decena de movimientos socialistas, la inevitable y brutal represión del Estado hacia su persona, su incursión en el medio europeo con múltiples grabaciones en Francia e Italia, hasta su relativamente tranquila vejez en la zona de Iztacalco. Y eso si podemos llamarle así, ya que murió tan solo a la edad de 64.

Un valor agregado del libro es que al final se incluyen una serie de declaraciones y testimonios por parte de otros músicos que conocieron de cerca a Judith y que abordan principalmente los últimos años de su vida, relatando cómo su figura cayó en un triste e injusto olvido por parte de grupos estudiantiles y activistas que no entendían el rol pionero que esa mujer ocupó durante al menos dos décadas cruciales del Siglo XX como lo fueron los 60’s y 70’s.

Tanto la autora, Liliana, como los titulares de estos testimonios nos apuntan a críticas recurrentes que recibió la música de Judith Reyes durante su tiempo. Se le recriminaba su predictibilidad, su carácter 100% político y panfletario, así como su falta de complejidad en lo estrictamente musical. En lo personal, podría sostener que desde una perspectiva artística y creativa Judith fue una pionera, y solo eso le debería de asegurar un lugar más grande en el panorama de la música mexicana del que hasta el momento se le ha reconocido. Pero eso no quiere decir que no entienda las críticas.

Pienso en el caso de Guadalupe Trigo, un cantautor del que he tenido el gusto de realizar una investigación relativamente profunda. Las críticas a él eran prácticamente las contrarias: Guadalupe era generalmente identificado dentro del movimiento de la nueva canción mexicana, pero en los círculos de izquierda activista se le veía como un tibio y, si nos ponemos honestos, hasta vendido a la industria discográfica por su participación con RCA Victor. Si bien participó en diversos eventos a favor de Cuba, Nicaragua y en protesta de lo sucedido en Chile, nunca realmente perteneció al grupo de los Gabinos, Amparos o Renés, mucho menos se diga al de los Leones, Molinas y Ballestés. Pero el tema es que él simplemente era una persona de izquierdas, muy interesado en temáticas de izquierdas, para quien su visión musical siempre fue más importante que su visión política. Sus honestas admiraciones musicales eran Ariel Ramírez y Astor Piazzolla, no un Daniel Viglieti o un Víctor Jara.

De esto podemos desprender que la izquierda artística siempre ha vivido en una autodestructiva tendencia al purismo o a exigir un punto medio entre estética y política que es muy difícil de alcanzar; a veces solamente la muerte temprana o el martirio del artista puede medianamente aplacar las críticas. Recordemos también que (dándome permiso de contradecir un poco lo que se menciona en este libro) la nueva trova cubana pasó por un largo periodo de cuestionamiento dentro de los círculos de poder de la Cuba socialista debido a que sus temáticas generalmente referían a lo amoroso y a lo poético antes a que a lo político, como no pasaba con los autores impulsados por la joven revolución, tipo Carlos Puebla.

En este tema, al menos yo tomo la postura de uno de los cantantes más importantes de la música de protesta norteamericana, Phil Ochs, quien a la postre también escribió canciones sobre la lucha de Rubén Jaramillo en México, fue amigo de Víctor Jara y organizó el concierto en solidaridad a Chile después del asesinato de Salvador Allende. Ochs fue de los pocos folcloristas que defendió a Bob Dylan cuando la vieja guardia del folk lo atacó por adoptar el sonido del rock y dejar de centrar sus letras en temáticas políticas, y fue entonces que soltó la gran frase: “cualquiera que ponga los ideales de un movimiento honesto por encima de su propio arte no está haciendo más que afectar al movimiento al proporcionarle una distorsión de sí mismo y, por lo tanto, menos de lo que podría ser su versión más poderosa y original”.

Judith desarrolló un estilo político frontal y crudo, enclavado en lo más profundo y auténtico de la canción mexicana, particularmente del corrido y el son. Recuperó una visión funcional y política del corrido y el canto como método popular de transmisión del conocimiento y del disgusto. En vivir y morir de la mano de ese estilo tan político y frontal, Judith escogió su gran triunfo creativo, pero (y aquí debemos ser totalmente honestos) también escogió su penitencia.