


Reseña por Memo Fromow
El Complot Mongol (2018)
Sebastián del Amo
Cine Qua Non Films
Película: Acción / Comedia
Puros cuentos chinos… pero mexicanos.
Y decían que este era el país de no pasa nada… de algún modo, México se las arregla para estar en el ojo del huracán, tanto en la vida real como en la ficción; como lo es aquí, para variar.
Esta película es una adaptación del libro del mismo título escrito por Rafael Bernal, un personaje tan interesante como su propia obra y del que quizás tengamos ocasión de hablar después: escritor, diplomático, emprendedor, sinarquista e inconforme que siempre se la tuvo jurada al estado mexicano y es posible que producto de ese inconformismo nos dio una obra como la que hoy reseñamos. Aunque en este caso sea en su adaptación al cine, traída a nosotros por Sebastián del Amo en la dirección.
El libro y la película nos cuentan la historia de Filiberto García, un hombre que no sabe en esta vida de otra cosa que hacerle daño a los demás: desde sus días de mano armada de un General villista “mi general Marchena” (como lo recuerda casi con cariño) hasta su chamba actual como miembro de los servicios de inteligencia del estado mexicano. Quizás decirles de inteligencia es hacerles mucho favor. Aquí nada es lo que parece, no hay malos ni buenos, solo la ambición que lo cubre todo y deforma la apariencia hasta de las cosas que parecen más sólidas: ni el amor, ni la CIA, ni la KGB, ni los improvisados servicios secretos mexicanos saben bien a bien qué rayos está pasando aquí, y eso que se supone que los fregones están en el caso.
Con la novedad de que corre el rumor que alguien está planeando el asesinato del presidente de México. El rumor fue captado por primera vez por autoridades soviéticas en Mongolia y por intereses propios están dispuestos a colaborar con las autoridades gringas y mexicanas para que eso no pase. En enlace en México es, cómo no, Filiberto, un profesional en todo el sentido de la palabra si con eso se quiere decir que aplastará todo a su paso para cumplir con el encargo. Bueno, quizás no todo. Filiberto, con todo y ser una piedra con cara de humano, tiene su corazoncito y frecuenta el barrio chino donde la mesera Martita Fong le sirve de comer y ahí como quien no quiere la cosa, empieza a pensar que a lo mejor y todavía puede querer a alguien. Cuando Martita se ve envuelta en el caso, por una vez Filiberto estará dispuesto a ir más allá de las órdenes recibidas y asomarse a los embrollos del poder para el que trabaja. Y él que creía que ya se las sabía todas…
Los valores de producción de esta película son fantásticos: empecemos por ahí. No hay de donde reprochar en materia de cámara, vestuario, ambientación y actuaciones. La iluminación perpetuamente a media luz estilo canción de Gardel es justo el tipo de setting en que uno esperaría que una historia así se desenvuelva: a veces no hace falta innovar, sólo dejarnos llevar de los clásicos.
En el cast tenemos, desde luego, al omnipresente Damián Alcázar, veterano de mil batallas y que no decepciona dando ese toque chusco al personaje que lo hace más creíble: cínico como él solo, pero cuyas relaciones con los demás personajes lo obligan a quitar la cara de palo y hacer como que es humano. Si en la novela Bernal apenas y señala cambios en la expresión de García, Alcázar le da personalidad y humanidad a este personaje que en el libro, salvo por pocas ocasiones, es poco menos que un maniquí, o a lo mucho, una caricatura de matón estilo Abel Quezada. Aquí lo vemos tratar con la gente con algo más que amenazas, suavizarse, negociar, prometer; vamos, cosas de detectives.
Eso por el lado de Filiberto, pero el cast es una verdadera cajita feliz que cumple con llenarme y hacerme sonreír: tenemos a Eugenio Derbéz como político turbio y hasta a Chabelo ¡Sí, ÉSE Chabelo! (también conocido como Javier López) como jefe de policía; como si le creyera yo nada, hombre, es Chabelo disfrazado de policía… Pero ya en serio, el hombre se toma su papel con la profesionalidad de un actor maduro y el personaje y el uniforme le van bien a alguien de sus años.
Sin caer en la ópera bufa (porque no lo es, esto es un film noir), todo contribuye a agregar a la película un tono de humor ausente en la novela pero que se agradece como contribución de la adaptación a la obra original: a fin de cuentas, aquí en México hasta la intriga internacional debe adaptarse a los tiempos y las dinámicas nacionales. En eso esta adaptación cumple con eso que a mí me gusta tanto, implementar los lugares comunes de un género tan bien definido como el cine de detectives y quitarles lo común al echarlos a trabajar en el ambiente mexicano. Tenemos a la femme fatale, las peleas estilo cine de Bruce Lee, la traición, la corrupción del sistema y hasta un cameo de un personaje de Tarantino que se saborea con el gusto de quien ve a lo nacional superar al extranjero.
La música es una delicia: totalmente acorde con la época en la que está ambientada y usada con precisión: danzón, trío, bolero, mambo, tú pide. La perfecta contraparte nacional de los Sinatra y compañía que ambientaban las películas gringas de detectives. Es como andar en el carro del abuelo escuchando una radionovela con el añadido de que ahora sí puedes ver las cosas que antes tocaba imaginar. Los Panchos, sobre todo, me llegaron al corazón con la manera en que cierra la película: sin ti, no podréééé vivir jamáááás…
Pero al final, ay caray, que melancolía, en juego de grandes los chiquitos siempre quedan en medio y aunque parezca que sí, eso de quedar aplastados por la historia nomás no acaba de gustarles y aunque la película está a todo dar con su setting tan tremendo, de pronto se cuela la tristeza de vivir en un sistema donde los grandes se juegan vidas ajenas mientras se comen al mundo y la botana de la cantina. A fin de cuentas, Filiberto, por muy al fondo que llegue, sabe que poco hay que cambiarle a la cosa: lo único que cambiará es que él está más viejo, más sólo, y que pronto la corrupción se hará ya no con la pistola, sino desde el escritorio.
Pinche mundo, pinche soledad, como diría Fibilierto.