Portada de la película Es Mi Vida.
Portada de la película Es Mi Vida.
Calificación recomendado de Rehilete
Calificación recomendado de Rehilete

Reseña por Lalo Enríquez

Es Mi Vida (1982)
Gonzalo Martínez
Producciones Alarca
Película: Drama / Música

Un pastiche ochentero de los días más nublados del magnífico Juanga.

Aunque usted no lo crea, Juan Gabriel (en aquel tiempo aún conocido como Alberto Aguilera) pasó 18 meses de su vida en el tristemente célebre Palacio Negro de Lecumberri, famoso por ser el centro de represión de los presos políticos del régimen priista por allá de mediados del siglo pasado. La acusación en su contra fue por robo a una mujer pero, si hemos de creerle a esta película que toca el tema, en realidad fue todo un malentendido y quizás incluso una revancha debido al desinterés romántico de Juanga ante aquella fémina.

Y obvio que decidimos creerle al amado cantautor. “No se preocupen”, parece decirnos Es Mi Vida, “pueden seguir amando y admirando al divo de Juárez; nada que ver aquí”. Excepto que bueno, la verdad es que sí hay bastante que ver más allá del tema del presunto delito.

La historia, actuada por el mismo chihuahuense, nos remonta a mediados de la década de los 60’s, con un Juan Gabriel literalmente viviendo en la calle tras haber llegado a la Ciudad de México y encontrado condiciones mucho más adversas para colocar su música de las que el jamás hubiera esperado. La desesperación lo lleva a pedir asilo a desconocidos y en una de esas le toca la suerte de que la casa de una anfitriona sea robada durante su estadía de una sola noche; siendo entonces acusado sin verdadera posibilidad de defender su inocencia o buscar justicia.

De ahí se desprende el asunto que ocupa la mayor parte de la película: su estancia en prisión. Si no supiéramos nada del personaje tan auténtico y único que fue Juan Gabriel, a través de múltiples entrevistas, conciertos, o testimonios de terceros, sería fácil pensar que él mismo se está sobreactuando. Un muchacho educado, propio, ingenuo, empático y sensible; más bueno que el pan bimbo. Pero es nada más y nada menos que el Juanga que México llegó a amar, con sus imperfecciones y también con su encanto, carisma y excentricidad.

No dejamos de ver el modus operandi tan podrido que reinaba (¿reina?) en el sistema penitenciario mexicano: violencia represiva, influyentismos, compra de protección, golpes y asesinatos entre presos, uso de drogas, inocentes encarcelados al por mayor, culpables libres al por mayor. En fin, no se trata de deprimirnos, pero lo cierto es que esta película que podría parecer de lo más palomera termina por retratarle al espectador un panorama sumamente crítico de la justicia en México en una época en la que hacerlo aún era polémico; recordemos que el mismo partido llevaba más o menos 50 años en el poder y sin miras a una posible alternancia. Aquí el compositor más famoso de México alzaba la voz.

Por otra parte, es un filme sumamente musical. Desde el principio vemos a Juan Gabriel acercándose al camerino de los famosos de aquel momento para tratar de que alguien le tome alguna canción, corriendo siempre el riesgo de que se las roben. Una vez en la cárcel, logra obtener cierto respeto y protección a cambio de sus interpretaciones; incluso podemos ver que artistas como Queta “La Prieta Linda” o Alberto Vázquez tienen la oportunidad de escucharlo dentro de la cárcel y sorprenderse ampliamente de que un preso tenga ese nivel tan innegable de talento.

Aunque seguramente será una versión maquillada de los eventos en varios sentidos, lo cierto es que en el papel se trata de una historia real recreada por el mismo Juan Gabriel y que sin duda aborda sus días más tormentosos, que nos ayudan a entender por las peripecias que tuvo que pasar uno de los grandes ídolos del país. No dudo que toda esta experiencia tan dura lo haya ayudado a mantener los pies en la tierra cuando el gran éxito al fin lo coronó. Incluso llega a mostrarse que para los últimos meses de su encierro fue a dar a la enfermería después de perder la esperanza y caer en el vicio de ‘las pastillas’.

Con todas sus virtudes, también es una película de innegables defectos. Aunque la historia principal es congruente y está contada con calidad, tenemos inexplicables intromisiones de grabaciones, conciertos y secuencias de sueños del divo de Juárez que no vienen mucho al caso. La estética ochentera claramente no ha resistido el paso del tiempo y la película no deja de caer en muchos de los excesos visuales de su momento.

Por todo ello, el esfuerzo tiene algo de genial y algo de pastiche de mal gusto, que nos deja pensando qué hubiera podido ser de esta gran historia en un proyecto más serio; aunque bueno, no puede discutirse que la película es muy Juanga en todo lo bueno y lo malo que ello puede significar.