Portada de la película Güeros.
Portada de la película Güeros.
Calificación recomendado de Rehilete
Calificación recomendado de Rehilete

Reseña por Memo Fromow

Güeros (2014)
Alonso Ruiz Palacios
IMCINE
Película: Drama

Son vueltas que da la vida.

Uno de los grandes miedos de mi niñez que perviven en mi etapa adulta es el de no tener a donde ir. Más allá de simplemente no tener un techo bajo el cual refugiarme durante la lluvia, me refiero al no tener un rumbo fijo a donde dirigirme; un horror al vacío. Hay quien lo llamaría miedo a ser libre, el no tener una mano directriz que te diga para donde y perderte en el torbellino de una mente mal ordenada. Hay quienes necesitamos un orden en nuestra vida, una lista de cosas por hacer y terminar en el curso de nuestra existencia para no sentir que la llamada del vacío nos jala a Dios sabrá donde.


Para otros, es un modo de ejercer su libre albedrío que, bien llevado, pueden convertir en escuela de vida en la que aprenden sobre cómo luce el mundo fuera de la ruta predeterminada, y hasta para llegar a encontrar por sí mismos el propio camino que desean seguir.

Creo que la administración del tiempo es algo con lo que aprendemos a lidiar durante la juventud: cuando fuera de horas escolares nos topamos con toda la tarde delante y, sin televisión ni entretenimiento que nos distraiga del canto de la sirena, el vacío puede volverse la raíz de grandes logros o el inicio de una larga y dolorosa pendiente.

Si bien Güeros , de Alonso Ruizpalacios, abarca muchos temas, este es el que me parece pude establecer como eje central de la película: qué hace el viento cuando no sopla.

Tomás es un adolescente desmadrosillo que vive con su mamá en Veracruz y que ya nomás no sabe que hacer con él, de modo que cuando el puberto se mete en problemas, mejor lo manda con su hermano Fede "El Sombra" a la CDMX hasta que se calmen las aguas. Si Tomás es un desmadrito, su hermano es un desmadre sin diminutivos: un estudiante universitario al que la huelga universitaria (pretendidamente la de 1999) ha dejado como barco a la deriva. Sirve que acaba su tesis... algún día. Entretanto malvive robándose la luz de sus vecinos en un cuartucho de estudiante, viviendo ocasionales aventuras con su cuate Santos mientras sueña con Ana, la locutora de la radio pirata de la universidad y novia de ocasión en lo que termina la huelga.

Tomás lleva consigo un viejo casette que guarda como recuerdo de su padre fallecido: el álbum Los Güeros de Epigmenio Cruz, un olvidado músico de la pelea antepasada. Y tan conveniente es la cosa que en lo que los hermanos andan en la gran ciudad, se enteran de que esta reliquia del rock anda en las últimas, y por respeto a su padre, o a falta de otra cosa que hacer, o algo, se deciden a encontrarlo para... pues quien sabe, cerrar ciclos quizás: a fin de cuentas, es mejor que quedarse viendo Big Brother en la tele. Este es el inicio de un pequeño gran viaje que los lleva de un extremo a otro del querido Defectuoso antes de que fuera la CDMX.

Esta es una narración desenfadada sobre las cosas que pasan mientras estamos buscando otras cosas; un escenario en que juegan importante papel la suerte y la casualidad, gemelas fastidiosas que reflejan la banalidad de nuestros planes , pero que a cambio nos dejan sentir el paso en bruto de la vida, en la que al menos nos queda la libertad de tránsito por los cuatro rumbos del universo y aquella de elegir uno por donde buscar lo que sea que andamos buscando. Nadie parece tener muy claro para donde van, cuando una zangoloteada del destino los acaba llevando a donde ni se esperaban; pero donde, sin saberlo ni temerlo, resulta que encuentran qué hacer. El principio mismo de la película es viva imagen de la fuerza rectora de la misma y de las vidas de sus protagonistas: Tomás quería jugarle una broma inocente a una señora con un globo de agua y acabó exiliado en la ciudad; buscando el camino al hospital, los hermanos (y Santos, que va con ellos de mosca) acaban en una barriada y bebiendo a la fuerza con un malosillo de banqueta antes de llegar sin querer a una asamblea de la huelga y armarla de jamón sin querer queriendo, no sin antes recolectar algunas hierbas de olor por el camino.

Un incidente tras otro, siempre llevado de la casualidad, golpea la travesía de los hermanos y les enseña algunas verdades de la vida grabadas en la carne de aquellos con los que se encuentra, cicatrices a veces dolorosas del paso de la vida y a veces que atestiguan que lo bailado nadie se los quita.

Al final, por mucho que busquemos, nos afanemos, nos desvivamos, nos desgañitemos y nos rasguemos las vestiduras por hallar las cosas, hasta cuando no las buscamos, rara vez la realidad estará a la altura de nuestras expectativas, por borrosas que sean. Para cuando Tomás y Fedesombra se dan cuenta de ello, ya poco importa: ya la vida los tiene metidos en otros trotes como para andar cargando bules viejos. La vida se vive en el presente: mal o bien, es mejor que los fantasmas del pasado que deja de existir a cada segundo.

El presente y el aburrimiento son el eje y el resorte de esta historia y de muchas otras, como las nuestras.

No puedo dejar de notar un parentesco anímico entre esta narración y los libros de Gustavo Sáinz: el recuento de las correrías ociosas en una juventud que parecía interminable, casi aprisionadora por cuanto no terminaba, pero ella por cuanto era el registro de cuando nuestro tiempo no valía nada y podíamos hacer lo que quisiéramos con él. Por tonto, inútil o incluso peligroso que ello fuera.

El cine mexicano ha tenido algunos grandes aciertos haciendo uso del formato antológico: Ciudades Oscuras, Cero y van Cuatro, Mezcal, Fe, Esperanza y Caridad y otras de las que seguro no me acuerdo. Además de permitirles mostrar ese gran personaje que es la Ciudad de México y sus habitantes a través del tiempo, con sus consabidos conflictos sociales (tema preferido de la literatura y de casi cualquier creador mexicano desde el inicio de esta nación), este formato facilita abarcar muchos temas en relativamente poco tiempo. Creo que Güeros puede fácilmente considerarse un film de formato antológico que se vale del mismo para cubrir los tantísimos temas que quiere abarcar, aunque no siempre logre hacer cuajar todas las metáforas que pretende ni cerrar todas las alegorías que abre. El que mucho abarca, poco aprieta, pero al menos, aquí, hasta cuando aprieta poquito, nos deja imágenes coloridas (irónico en una película a blanco y negro) que se nos quedarán en la mente, si no años, al menos un par de semanas. La realidad no es tan sabrosa, pero esta película da el gatazo y deja pensando acerca de la vastedad e inabarcabilidad de nuestra vida en el antiguo Distrito Federal.

La crónica del tiempo antes de que nuestro tiempo fuera real.

La nostalgia de nuestra vida inútil.

Pero hermosa.