Portada del libro Las Jiras.
Portada del libro Las Jiras.
Calificación favorito de Rehilete
Calificación favorito de Rehilete

Reseña por Lalo Enríquez

Las Jiras (1973)
Federico Arana
Joaquín Mortiz
Libro: Novela / Música

Una tomografía fulminante de la mentalidad roquera del mexicano, que transita el sinuoso camino de la cábula y la ironía.

Para cuando fue lanzado Las Jiras en 1973, Federico Arana ya había obtenido su título de Licenciado en Biología, publicado dos ensayos y formado parte de un par de grupos pioneros del temprano rock mexicano, como lo fueron Los Sonámbulos y Los Sinners. Justamente aquella primera novela le abriría las puertas para que a sus 31 años también contara en su haber con un Premio Xavier Villaurrutia; que reconoce al mejor libro editado en México durante el transcurso de algún determinado año.

Leyendo su recuento curricular, es natural imaginar que la multifacética obra de este hombre del renacimiento perdido mexicano representa el descubrimiento de una intelectualidad seria y sensible. Pero hay pocas aseveraciones más alejadas de la realidad. Si bien la actividad del nacido en Hidalgo lo destaca como una creatividad mordaz e incansable del medio nacional, su estilo alienará a los que lleguen buscando en su obra la fina y bella expresión del alma humana.

Antes, el lector encontrará en las páginas de Las Jiras (y las de muchos otros de sus libros, tanto novelados como ensayísticos) la cábula, el albur, el cinismo, la ironía y la saña. Arana comparte orgullosamente con nosotros su espíritu amargo y de decepción perpetua. Decepción ante el potencial perdido, que acá en tierras de Anáhuac se nos da en maceta. Ya sea despedazando despiadadamente a la escena de la ‘nueva canción mexicana’ en La Música Dizque Folclórica (1976), ahondando en la precariedad del rock mexicano en Huaraches de Ante Azul (1985) o ironizando sobre el exotismo del músico mexicano en el medio europeo en Yo, Mariachi (1991), Arana nunca nos dejará a los interesados en la música mexicana con una impresión buena onda ni complaciente. Seguramente él no lo diría con todas sus letras, pero es claro que lo que le interesa es confrontarnos con nuestra tendencia nacional a la mediocridad y al gandallismo.

De esa acusación se salvan solo sus libros de divulgación científica, entre los que llega a casi diez obras que en varios casos se volvieron recurrentes de la educación media en México. Pueden mencionarse Método experimental para principiantes (1975), Ecología para principiantes (1982), entre otros títulos similares.

Regresando a Las Jiras, se trata de un trabajo fundamental para adentrarnos en los intereses, recursos y manías del escritor. En la novela se nos presenta a un colorido grupo mexicano de rock que decide cruzar el país para probar suerte en tierras del vecino del norte. Muy pronto descubrimos que el desenlace de dicha aventura fue la conscripción de nuestro narrador (uno de los miembros de la banda) por parte del ejército estadounidense en épocas de la guerra de Vietnam. No se sabe cómo la premisa de esta historia nos lleva a ese triste resultado, y justo el desarrollo paralelo de ambas líneas temporales nos lleva a develarlo.

En el inter, somos testigos de todos los vicios que azotan a los miembros de Los Hijos del Ácido. Y con ello no me refiero exclusivamente al consumo de alcohol, tabaco u otras sustancias (aunque sin duda algo de eso hay). Pues estos jóvenes roqueros son una cajita de monerías: promiscuidad, abandono parental, abuso sistemático del débil, deserción escolar, hipocresía, violencia, clasismo, racismo, machismo y tantos ismos increpantes como se le ocurran a usted.

La naturaleza multifacética de Arana lo llevó a una posición desde la que podía ver el ámbito del rock con más objetividad que sus colegas. Él incursionó también en la tendencia de los 60’s y 70’s de la música folclórica, por lo que no desconocía en absoluto las acusaciones que en el ámbito de la izquierda cultural se les increpaban a los roqueros: más que nada, que eran peones del imperialismo, el consumismo y la degeneración capitalista.

Hay que decir que el hidalguense normalmente defendió el rock ante aquel enclave ideológico, arguyendo que debido a las tendencias nacionalistas y dizque izquierdosas del gobierno priista, la represión y la calumnia siempre fueron dirigidas al roquero antes que al folcloroide (como él gustaba de llamarles). Pero frente a los mismos roqueros no tenía esos tientos, y en Las Jiras se va con todo contra su superficialidad, sus ambiciones de estatus, sus ínfulas de chamanismo y su superficial intelectualidad.

No he visto que comúnmente se catalogue esta novela dentro de la literatura de la onda, pero es evidente que hay muchas similitudes e influencias respecto a lo hecho por los Parménides y los Agustín. El uso del argot de las juventudes es prominente, así como el estilo libre de la escritura y la estructuración del texto. A veces tropiezan con la genialidad los fragmentos en los que Arana va hilando ideas a través de conceptos clave, de la mano de su uso peculiar del humor y la ironía.

No dejaré de mencionar tampoco las ilustraciones que hace el mismo Arana, como queriéndonos dar la centésima prueba de sus tendencias renacentistas. Son la verdad de nivel prácticamente profesional, con un estilo entre indigenista y africanizado, con mucha atención al detalle. Estas contribuyen tanto a la narrativa como al humor detrás de la historia.

Con todo, a pesar de que no es una literatura de volumen nada despreciable, Las Jiras sigue colocándose después de todos estos años como una de las mejores novelas mexicanas sobre músicos; y por ahí habrá quien no deje de llamarle la mejor.