Portada del libro Las manos dormidas.Portada del libro Las manos dormidas.
Calificación favorito de Rehilete
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Reseña por Memo Fromow

Las Manos Dormidas (2024)
Jorge A. Estrada
Nostra Ediciones
[Agradecemos a la editorial por facilitarnos un ejemplar para esta reseña]
Libro: Cuentos

Lo que nos acecha desde adentro.

A veces el carrito de la montaña rusa se sale de los rieles, la realidad se sale de madre y ahí sí da miedo. No te dice cuando ni por qué, tal vez le caes mal a Dios, pero lo cierto es que un día te despiertas pensando que las cosas parecen funcionar como siempre, sólo para darte cuenta que un tornillo se zafó en algún lugar, y no es que de pronto empiecen a llover jirafas: a veces es algo tan sencillo como un levísimo cambio en algo que antes apenas te tomabas el trabajo de notar; una rutina que creías conocer de pronto te lleva a donde claramente no debería y a veces, a veces sí de plano llueven jirafas sin que el mundo tenga la obligación de darte explicaciones. Da gracias si sales intacto del chistecito, aunque no siempre es el caso.

La Manos Dormidas es una colección de historias en las que, en la mejor tradición fantástica, a la gente “normal” le pasan cosas raras; y no raras bonitas, raras de esas que no solo te enfrentan a un mundo que de pronto se volvió loco, sino que lo ponen a uno entre la espada y sus miedos más profundos con una sutileza que contrasta con lo desbocado de las situaciones que se proponen en los cuentos.

No solo creíamos conocer el mundo, sino también a nosotros mismos. Quien se conquista a sí mismo, conquista el mundo, dice un refrán digno de un libro de Carlos Cuahtemoc Sánchez, pero lo que no te dicen es que eso no está fácil. Cada uno de nosotros, virtuosos y felices como podamos creernos, somos también un montón de miedos, secretos e inseguridades que se abultan en nuestro interior esperando explotar en el momento más inesperado y de la manera más estrafalaria posible, al estilo de una fábula medieval con moraleja incluida o de un episodio de La Dimensión Desconocida. Aquí hay lecciones que aprender sobre verdades tan desoladoras como la vejez, el desamor, la soledad, el rencor, el miedo a no ser lo suficientemente -hombre, y las que me faltan, pero presentadas con un derroche de imaginación que recuerda los artificios de E.T.A Hofffman, Juan José Arreola o los momentos más guajiros del tan serio Alfonso Reyes.


Puede parecer que en nuestro mundo hiper tecnificado y cada vez más invadido por la vigilancia constante y descentralizada ya no hay espacios por donde se escurra aquello que nos incomoda: ingenuos de aquellos que creen que la tecnología puede salvarlos de los fantasmas que pueblan el mundo desde que evolucionamos para aprender a amarnos y odiarnos los unos a los otros. Jorge Estrada no tiene necesidad de conjurar extravagancias de otra época para enseñarnos las muchas grietas que la posmodernidad ofrece a la fantasía en su vertiente más salvaje, o en jerga más apropiada a nuestra época, a la indeterminación.

Pero vamos, no hay mal que por bien no venga. A veces estos golpes de algo parecido a la realidad son, para los personajes que habitan estos cuentos, la ocasión que necesitaban para enfrentarse a los demonios que secuestraron sus vidas, una especie de macabro milagro que toma la forma de sitios web fantasma, objetos que pertenecen a seres inexistentes o abuelas teletransportadas que nos dicen a la cara nuestras verdades para que al fin nos pongamos las pilas en la vida. Aprovecha el bug, como dicen los chavos.

Los trece cuentos de esta colección son un derroche de creatividad que sirven de excusa para abordar crudas verdades de la vida sin demasiado drama. Fábulas modernas que, como las de antaño, tienen su moraleja acerca del buen vivir, la importancia de envejecer con sabiduría y, llegado el caso, saber morir, aunque sea mostrándonos cómo NO debe hacerse.

Fábulas nuevas para hombre y mujeres nuevos, contadas con un estilo sencillo para que no te sientas regañado: a fin de cuentas, estas son historias imposibles y coloridas, pero que hablan sobre cosas muy reales y mucho muy importantes para una generación que aún tendrá que aprender a hacerse vieja en un mundo que parece negarse a todo lo que no sea juventud marketeable. Así que no te sientas intimidado por la abundancia de detalles ni confundas la sutileza con que están ensamblados con alguna intención esotérica: son rasgos de estilo que contribuyen a lograr el muy adecuado ambiente claustrofóbico de los cuentos y que no te estorbarán para entender su mensaje si te mantienes atento a la dimensión humana de sus personajes; que son como todos, gente de carne y hueso que se están quedando más viejos y solos a cada segundo que pasa.


Puede que el mundo esté loco, pero, así como nosotros mismos somos nuestra mayor debilidad, seguimos siendo la clave para darle sentido hasta a los más atrabancados asaltos contra la razón con que a la dizque-realidad se le ocurra emboscarnos.


Así que ándele, sea hombrecito (o mujercita), fájese bien los calzones y vamos a mirarnos a los ojos: aprendamos de los errores y aciertos que estos personajes e historias tienen para enseñarnos acerca de cómo se le hace frente a un mundo que, si parece loco, al final no está mucho más desquiciado que el que nos espera ahí afuera.

A fin de cuentas, para eso sirve la literatura, aunque sean puros cuentos: para aprender a vivir la vida real.