




Reseña por Lalo Enríquez
Los Inocentes (2025)
Hiram Ruvalcaba
Era
Libro: Cuento
Nueve cuentos crudos, brutales donde inocentes, no-tan-inocentes y culpables nos confrontan con la violencia del país y el lado oscuro del alma humana.
Empecemos por lo primero: el epígrafe. A veces desde la cita que se escoge para iniciar un libro logramos establecer una conexión con el autor; y en el caso de Los Inocentes¸ la elección de un fragmento de Las Puertas del Paraíso del autor polaco Jerzy Andrzejewski me inclinó a pensar que Hiram Ruvalcaba seguramente tenía algo interesante que decir. Aquella novela corta polaca es una de esas obras que me han impactado profundamente hasta este punto de mi vida.
Debo admitir que el libro de cuentos que aquí nos concierne es con el que me he adentrado al trabajo de Hiram Ruvalcaba. Ya después, investigando un poco, descubrí que él lleva más de una década siendo un autor relevante dentro del presente literario de nuestro país.
Y vaya impresión que me llevé. Desde el primer cuento (y la verdad, particularmente debido a ese primer cuento) me quedó claro que debo de hacer una advertencia en esta reseña: este NO es un libro para todos los lectores y debe de manejarse con discreción. En buena medida, ese aviso se deriva de que Los Inocentes no rehúye del polémico ejercicio de ponerse en los zapatos de la maldad: de aquellas personas que realizan los actos más atroces de la sociedad.
En estos nueve relatos cortos relacionados al área de Tlayolan, nos encontramos con acciones de pederastia, prostitución, feminicidio, complicidad, deshumanización, brutalidad y corrupción policial, alcoholismo, psicopatía, cobardía, violación, delincuencia casual, consumo de estupefacientes… bueno, se entiende el punto. Un terreno minado de violencias; desde las chiquitas, hasta las enormes.
El título tiene muchas connotaciones que realmente abonan a su riqueza conceptual. Por un lado, tenemos su relación con el epígrafe. Las Puertas del Paraíso aborda con una hermosura inaudita la historia de la Cruzada de los Inocentes, misma en la que un grupo de niños, acompañados de soldados y figuras religiosas se encaminaron a tierra santa con la intención de liberar Jerusalén. El cuento de Hiram con el mismo nombre (que cierra el libro) trata también sobre niños que, por así decirlo, sufren su propio martirio.
Por otro lado, no creo que haya escapado al autor la ironía que supone este título; ya que en al menos cinco de los nueve cuentos, los principales a través de los que se nos presenta la narrativa son todo menos inocentes. Como dije, al ponerse en los zapatos de esos culpables y reconocer sus complejidades psicológicas y humanas, el libro corre riesgos morales que para algunos serán su principal virtud y para otros su principal pecado.
Y es que no podemos dejar de hacernos las siguientes preguntas en torno a esta clase de naturalismo literario: ¿Qué está decidiendo replicar el autor a través de su texto? ¿Qué es más valioso, proyectar la sociedad que queremos, o a la que querríamos dejar atrás?
Mucho se ha discutido sobre el tema de la pornomiseria, un término que surgió hace ya décadas en los círculos del cine latinoamericano para describir la tendencia de los creadores de la región a representar lo más marginal y violento de la miseria humana, casi como una realidad oscura sin escape ni redención. Es una acusación que se ha vuelto común hacia diferentes expresiones artísticas de nuestro medio, y estoy seguro de que este libro no la rehuirá en algún dado momento.
Y la verdad es que entiendo y a veces comparto las críticas. Desde antes de conocer aquel término, yo me refería a ello como “la densidad mexicana”: la idea de que ser auténtico o buscar un comentario social pasa por retratar los peores aspectos de nuestra civilización (o falta de ella). Es sin duda un recurso muy explotado, que es cuestionable en la medida en la que nos acostumbra a una realidad indeseable, por decir lo menos.
Pero al final hay que juzgar caso por caso, y el lado bueno que se le puede ver a esa tendencia es uno que creo que Los Inocentes tiene bien claro: la necesidad de confrontarnos de forma absoluta con la violencia mexicana y sus personajes. Con un promedio de 91 homicidios diarios, las historias de acá no son producto de un lujoso turismo intelectual hacia los terrenos de la miseria. Hay en ellos cierta urgencia, y cierta curiosidad genuina por entender qué demonios es lo que está sucediendo en este lugar que llamamos nuestro hogar.
En los nueve relatos de Hiram encontramos una riqueza de recursos estilísticos, como el narrador omnisciente o la segunda persona, dedicados a capturar vidas que miran hacia su pasado en el anhelo de encontrar pistas para entender los momentos transformadores y críticos que se les están presentando. Dentro de tanta crudeza, violencia y sufrimiento, la sensibilidad del escritor se nos presenta como un poste al cual sostenernos, para no dejarnos llevar por la vorágine y poder observar junto a él esta humanidad que (tristemente) no deja de serlo incluso dentro de la peor corrupción imaginable. Al final, la falta de inteligencia y sofisticación emocional parece ser una raíz inescapable de los actos de barbarie, que llevan al coraje y a la violencia como una reacción casi natural para los hombres, y en menor medida las mujeres.
Entre otros detalles que me gustaría destacar, me llamó la atención que la vida marital es pintada como sinónimo de insatisfacción casi absoluta. Como hombre casado, quizás mi mecanismo de defensa es tomarlo en el sentido de que aquellos que son incapaces de sentirse satisfechos con lo que tienen son en muchas ocasiones los más proclives a ir causando destrucción a su paso; y creo que hay mucha verdad en ello. Por otra parte, aspecto a remarcar es que hay algunos ligeros detalles en el texto que dejan ver que las diversas historias y sus personajes están entrelazados, y eso creo que le da a toda la obra un valor agregado.
Los Inocentes es un libro que no dejará lectores indiferentes, y que asume sus riesgos al confrontarnos con tal brutalidad a realidades que seríamos bastante afortunados de que no fueran más que debrayes estadísticamente insignificantes. Si bien no reflejan la situación de la mayoría de nosotros, sí están sucediendo en este preciso instante, en algún desolado paraje dentro de este país que compartimos.