Portada del libro Los Vendedores de AlmasPortada del libro Los Vendedores de Almas
Calificación favorito de Rehilete
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Reseña por Memo Fromow

Los Vendedores de Almas (2025)
Alejandro Páez Varela
Alfaguara
Libro: Novela

Allí donde hay sabiduría, hay también pesar.

Vivir es una tragedia, pero una muy bonita, aunque a veces se transforme en algo horrible.

Esta es una de esas novelas en que se siente el afán totalizador: donde todo parece que se ha dicho aunque quepa perfectamente en doscientas páginas. Por supuesto, el chiste de querer decirlo todo, es que realmente nunca se podrá hacerlo, pero eso precisamente es una de las grandes bazas de ese fenómeno social y artístico que llamamos Literatura.

Herejías, inventos, profetas, guerras, amores, todo cabe en esta práctica novela de menos de 200 páginas, pero en las que se ha intentado condensar una época y algunas de las grandes interrogantes del ser humano. ¿Qué no vivió la raza humana el clímax de su existencia en el siglo XX? El largo siglo XX, como lo llamó Eric Hobsbawm: todo cupo en él, desde las cumbres de la grandeza de nuestra especie hasta sus más hondas miserias, y a veces en espacios tan cortos como los 10 añitos que abarcan las guerras mundiales.

Por supuesto, es en los resquicios de los grandes acontecimientos y a veces en las labores aparentemente más banales y aburridas que se esconden las claves de los grandes tiempos. Pero antes, antes de la bomba atómica, de la música grabada, de la comunicación telegráfica y las guerras mundiales, ya en el mundo se cocían habas y la humanidad sospechaba de sí misma y de su propia, inagotable capacidad para autodestruirse.

Nuestra historia empieza en Salónica, sobre la costa de Grecia, que recibe a Sabbatai Zevi, un rabino que en el siglo XVII logró convencer a muchos judíos de Europa, África y Asia de que él era el mesías. Pero nadie hace ese tipo de afirmaciones sin meterse en problemas. En ese inesperado escenario se cruzan los Blanco y los Galante, dos familias destinadas a unirse por el amor, pero separadas por el capricho de la Historia. No importa, quizás no sea en este siglo que deban cumplirse sus amores, pero hay más tiempo que vida y la Historia, tan caprichosa como es, los volverá a reunir siglos después, aunque de manera menos que convencional.

Mientras el amor llega, saltamos a los años 1890’s para conocer a Joseph Galante, viudo y padre soltero residente en Polonia. Un día como cualquiera, Joseph ve como unos Kevins y Brayans de la ciudad (quizás llamados aquí Kevinskis y Brayarowskos) atacan a un desconocido al que él tiene el buen tino de ayudar, pues descubre que es un importante empresario especializado en mover trabajadores de un rincón de Europa a otro, arreglando la documentación, consiguiendo los permisos y demás complicaciones típicas de las administraciones imperiales europeas de antaño.

Desde ese momento, se convierten en grandes amigos, unidos por la gratitud y por una serie de asombrosas coincidencias que de tan perfectas casi parecen confundirlos en uno solo, a ellos y a sus hijos. Quien los viera, un judío oriental y un alemán nacionalista viviendo con sus familias bajo el mismo techo, que bonito, que bonito de veras, ojalá no supiéramos los que va a pasar en el continente los siguientes 50 años.

Así debería pasarse uno la vida, moviendo personas a través de Europa con tu mejor amigo, haciendo listas de nombres clasificadas por etnia y procedencia que se comparten con gobiernos que jamás de los jamases y por ningún motivo llegarán a usarlos para fines inmorales y distintos de los establecidos por el programa, ajeno a cualquier partido político, aplican términos y condiciones. Come frutas y verduras. Claro que no.

Pero a veces la Historia nos desborda, saca lo peor de nosotros: nos hace hacer cosas de las que no nos hubiéramos creído capaces; los milagros de la técnica se vuelven contra la humanidad y maravillosos actos de amor terminan por engendrar tragedias. Al menos, sin embargo, nos queda el amor, que sobrevive a la calamidad generalizada, la traición y la guerra. La Historia puede hacernos desvariar un rato, pero a través de las grietas que la casualidad hace en ella, dura como las piedras y los destinos, puede el mundo volver a la vida, sólo esperemos que una vez que se calmen las aguas no volvamos a cometer los mismos errores.

Los Galante y los Blanco volverán a encontrarse, en otras formas, en otras circunstancias, en otros lugares, pero no hay nunca garantía de que las cosas salgan bien la próxima vez. La Historia y el Amor no siguen caminos predefinidos y siempre podemos volver a equivocarnos, pero no importa: hay más tiempo que vida y así como los Blanco y los Galante, nos volveremos a encontrar.

Alejandro Páez Varela tiene un estilo que parece pertenecer a una persona totalmente distinta de la que aparece con Álvaro Delgado en Los Periodistas. Tan acostumbrado estoy a escucharlo hablando de actualidad que escucharlo emulando la voz de los siglos me hace pensar que es otra persona el autor de esta novela histórica, rica no solo en simbolismos, sino también en una erudición que no sospechaba.

Por estas páginas desfilan escenarios poco habituales de la historia humana y que el autor nos presenta con un amoroso lujo de detalle más propio del escritor que del comunicador. Para el erudito de ocasión (como soy yo, por ejemplo) será un placer beberse los inagotables datos referentes a la administración turca de Grecia, la cocina judía sefardí, la geografía política del tardío Imperio Austrohúngaro o las enfermedades hoy olvidadas que azotaron a la humanidad antes de que científicos casi igualmente olvidados las vencieran en batallas casi igualmente olvidadas.

El mundo y el tiempo son anchos como para que en apenas unos años quepan maravillas que son demasiadas para recordarlas todas, como para que quepan en las menos de 200 páginas que abarca la novela y que el lector termina como si se hubiera tratado de un libro de 600.

Tanto que aprender, tanto que amar y tan poco tiempo. No importa, hay más tiempo que vida.