Portada del libro Luz Eterna.
Portada del libro Luz Eterna.
Calificación recomendado de Rehilete
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Reseña por Memo Fromow

Luz Eterna (2016)
H.G. Santarriaga
Nostromo Ediciones
Libro: Novela Gráfica

Lloviendo sobre mojado: el amor en la distopia.

H.G. Santarriaga es sin duda una de las voces más prolíficas en la escena de la ilustración mexicana contemporánea. Con un estilo inconfundible en el manejo de las tintas, el marcado contraste luz/sombra y una preferencia por narrativas de un modo u otro desoladoras, se ha hecho de una personalidad inconfundible. Y esto era notorio ya desde algunos de sus trabajos independientes más tempranos, como es el caso del que estamos hoy reseñando.


La locura por las distopias y por el orientalismo eran ya bien patentes desde mediados de la década pasada, con todo y la visión geopolítica adaptada para reflejar la creciente hegemonía china como telón de fondo, suplantando al Japón como patria de las innovaciones tecnológicas tan increíbles como deshumanizantes y el imperialismo descarnado. En esta historia, ambientada, para variar, en un futuro cyberpunk, México es poco más que un escaparate inmenso para la mercadería china, nueva ama indiscutible de los destinos del mundo; la autoridad en el país, (para variar) parece reducirse a aquella que son capaces de imponer los sindicatos del crimen con el estado como mera comparsa y cómplice; las calles son el feudo de bandas de narcotraficantes entre los cuales ahora está la yakuza y seguramente todos los maleantes que un mundo hiper globalizado en el peor sentido del término puede atraer con la promesa de grandes ganancias en un punto neurálgico del planeta como sigue siendo, a su pesar, México.

Y como siempre, sigue habiendo, como la de Jesús Silva Herzog, una vida en la vida de México: en este caso, la de un pobre diablo mandadero de la mafia y su novia. Arturo es un ladrón profesional de coches al que conocemos durante un interrogatorio por parte de las autoridades que no se deciden entre matarlo o entregárselo a los malosos que le traen ganas: a la banda de los Heartbreakers, a la que él pertenece, le sobran enemigos y su jefa, como es usual, no moverá un dedo para rescatar a un triste peón.

A partir de la confesión de Arturo ante la policía, se reconstruye la historia de un hombre que parece ser más duro que las piedras, pero en el que late el corazón de un amante devoto: si la crueldad de este perro mundo y de una vida dedicada al crimen no pudieron con él, menos podrá abatirlo la ingratitud del amor que se presenta como lo mejor de su vida, por cruel que este pueda ser. Mariana es una mujer tan rota como el mismo Arturo, perpetuamente enojada y que a diferencia de su contraparte masculina, parece ya harta de él; sin embargo, ya no le queda de otra que hacerle frente a la muerte y al peligro al lado suyo.

En este México no hay sitio para la felicidad, no plena al menos: el fracaso de una importantísima misión para los Heartbreakers y sus funestas consecuencias llevarán a nuestros distanciados protagonistas a reevaluar el estado de su relación y lo que significa para ellos. Si en este futuro de porquería no hay felicidad para nadie, al menos tienen el amor, aunque no sea como acostumbramos verlo: a veces la esperanza y el amor hay que tomarlos como vienen, no como los esperábamos ¿qué más queda que hacer con el cadáver del futuro?

Ya para 2016, año de publicación de este novela gráfica, Santarriaga tenía muy bien definido el estilo y el tipo de historias que quería contar: los contornos severos de sus dibujos y los perfiles angulosos de los personajes y los entornos de su trabajo me hacen pensar en una nada despreciable influencia de Gendy Tartakovsky en su trabajo, mientras que su preferencia por el contraste y el manejo que tiene de las tintas me recuerdan al querido Héctor de la Garza, mejor conocido como Eko, aunque a diferencia de este último, Santarriaga se ha distanciado del estilo Posadesco tan omnipresente en tantos otros autores gráficos mexicanos. Si bien en estilo de ilustración, nuestro autor se aparta de los grandes maestros, no lo hace en la necesidad de presentarnos ante un poco sutil reclamo ante los horrores sociales que el futuro nos depara: el industrialismo desenfrenado, un país que ya no pertenece a sus habitantes, la corrupción y brutalidad de una autoridad para nada confiable son lo mismo que veíamos desde Posada hasta Vicente Gahona: de El Canillitas hasta El Periquillo Sarniento, y bueno, en prácticamente toda la ficción mexicana de importancia desde antes que México se constituyera como país. Es inevitable que en una nación atormentada por el espectro muy visible y muy físico de la desigualdad no dejen de concebirse historias en que los rasgos más pesadillezcos del apocalipsis se acentúen y tomen formas como aquella de la que Luz Eterna es un trasunto en clave futurista.

Luz Eterna, no es ningún panfleto ni reclamo político, es un producto inevitable del presente que vivimos.