Portada del libro Mandrágora.
Portada del libro Mandrágora.
Calificación recomendado de Rehilete
Calificación recomendado de Rehilete

Reseña por Memo Fromow

Mandrágora (2023)
Santiago Moyao
FCE
Libro: Novela Gráfica

La fantasía que la tierra se tragó.

Hay cosas tan terribles, tan humillantes, tan dolorosas, que frente a ellas sólo podemos reír o llorar. La primera es básicamente hacer como que no nos duele, un transitorio desconectarse de la realidad para mirarse a la distancia y contemplar divertido lo extraordinario del horror antes de emprender el aterrador descenso de vuelta a la realidad; la segunda es solo verse aplastado bajo el peso del dolor. Ninguna enfrenta realmente lo que sucede, sólo reacciona. Porque algo hay que hacer cuando las cosas pasan, no necesariamente algo útil, pero el mundo exige una reacción y pocas personas son capaces de dar algo mejor que esas opciones al momento de recibir el golpe.

Después viene lidiar con el dolor. Que cosa tan atroz es el dolor que hay que trabajar con él como si fuera una enfermedad o una lesión, aparte de la que lo causó en primer lugar. Ya bastantes problemas tenemos… Algunos lo duermen con sustancias, otros hallan maneras menos destructivas, pero lo único que verdaderamente lo calma (que no lo elimina) es el tiempo. Una vez que ha pasado lo suficiente, podemos mirar a la cara a la desgracia y tomar sus lecciones para trascenderlo; o al menos para aprender a vivir con él.

Uno de mis géneros favoritos de toda la literatura es la fantasía, pero no esa que siempre lleva elfos y por alguna razón sucede en una edad media europea eterna. No. Para mí la fantasía es cuando el mundo (cualquier mundo) temporalmente y por cualquier razón (a veces no nos enteramos nunca de ella) se sale de cauce y cualquier cosa puede pasar. El mundo enloquece unos instantes y, si tenemos el infortunio de estar en el lugar y momento equivocados, nos sacudirá un rato. Si bien nos va, saldremos del incidente algo zarandeados pero enteros, con una historia que contar. Si no, tal vez no contemos nada en absoluto.

La literatura, y yo diría especialmente la fantástica, es en muchos casos una manera de contestarle a la realidad. Decía Jorge Aguilar Mora que al hacer leyendas con historias verdaderas como material base, a fuerza de dolor transformamos la realidad: no la negamos, pero creamos algo que está más allá de ella.

Mandrágora de Santiago Moyao, es una obra que apunta en esa dirección, de la fantasía que irrumpe incluso en los mundos más arrasados por lo material. El único producto semejante que conozco es Vuelven de Issa López, donde las realidades del crimen organizado y la precariedad derivada del mismo se cruzan para dar resultados inquietantemente bellos.

Esta es la historia de un grupo de mujeres que sobreviven en una de esas localidades que la violencia despobló hasta reducirlo a un pueblo fantasma, asediado por la lucha entre criminales y militares que tampoco es que den mucha confianza. Apenas queda un puñado de madres solas. A todas les faltan hijos, unas se han resignado y al menos una sigue buscando al suyo, desaparecido hace años. Carmen sale diario a hundir su barreta en los arenales con la esperanza de dar un día con restos que pueda reclamar como suyos.

Un día, en el desierto, encuentra un perro agonizante. Un par de días después, a un hombre, desnudo, mallugado, perdido en medio de la nada y que encima no dice una palabra: un literal muerto escapado de la fosa. Quién sabe si por instinto maternal, pero Carmen lo lleva a su casa, donde vive un par de días sin que cambie gran cosa. El hombre obedece lo que le dicen como un niño pequeño, pero sigue sin decir nada; a fin de cuentas, los muertos no hablan, pero eso no les impide decirnos cosas. Cosas importantes sobre lo que va a pasar.

La frontera, se ha dicho tantas veces, es mucho más que una convención geográfica: es una matriz cultural y un espacio espiritual donde las cosas cambian de significado. Los viejos símbolos, trasplantados a una tierra nueva se convierten en cosas nuevas que tienen distintos significados.

La mandrágora, para los que lo hayan olvidado, es una planta mitológica, concretamente una raíz, que tiene la particularidad de tener forma humana, aunque bastante fea. Aparece en muchos herbarios y farmacopeas medievales como ingrediente para preparar toda clase de pociones prodigiosas, un ingrediente muy apreciado por cuanto es difícil de conseguir, no digamos de utilizar: al arrancarla de la tierra, la planta grita de tal manera que puede hacer mucho daño al jardinero descuidado.

Lo que Doña Carmen encuentra en el desierto es una cosa similar, pero a la inversa: tenemos a un ser que pertenece bajo tierra, pero a diferencia de las mandrágoras con las que está emparentado simbólicamente, este es mudo. Lo que sí comparte con sus parientes europeas, es que va a ser el ingrediente de cambio en la vida de nuestras protagonistas,

Hay muchas cosas bajo la tierra, desde riquezas sin cuento, hasta objetos que uno querría olvidar, pero que no puede.

La historia de Santiago Moyao es un empleo ingenioso de elementos fantásticos para darnos una fábula muy tristemente mexicana sobre la inmensa fuerza de las potencias primigenias, tales como la maternidad y su relación con la tierra de la que salen todas las cosas. Si todo lo que muere eventualmente vuelve a ella, pues bueno, al menos Carmen tiene el consuelo de saber dónde puede estar su hijo, pero necesitará algo de ayuda de bien abajo.

Toda la historia se desarrolla en un sobrio formato de negro sobre blanco mate: quizás lo de menos aquí son aspectos técnicos que pudieran parecer algo presuntuosos en un ambiente como el de nuestra historia. Diría que se trata más de un cómic expresionista guiado por la iluminación: arriba y abajo, la noche y el día son dos dualidades simbólicas que calzan a la perfección con la temática, y el tono de la historia, así como con la técnica con la que está contada. Detalles adicionales podrían haber trivializado una narrativa que en algunas viñetas es más gráfica por cuanto más sencilla. Las sombras, elemento guía de esta historia, a pesar del aparente (sólo aparente) desparpajo, son trabajadas con un amoroso cross-hatching que denota el cuidado puesto en la pluma por un ojo bien entrenado en los efectos lumínicos.

Esto es un breve pero emotivo viaje por el desierto que (cosa muy de agradecer) no cae nunca en la sensiblería. Aquí solo sobreviven los fuertes que han podido hacerlo juntando voluntades con aquellos que encontraron en medio de tanta destrucción.

Según Ray Bradbury hay que vivir borracho de literatura para que el mundo no pueda destruirte. Muchos han sido los que han descubierto en las letras que hay vida después del dolor, que pueden convertir los horrores que los marcaron en armas para evitar ser consumidos por ellos; más importante, para poder seguir viviendo no solo en la realidad, sino más allá de ella.

Tómala, pinche mundo culero.