




Reseña por Lalo Enríquez
Monigote Cualquiera (2025)
Demencia Infantil
Independiente
Disco: Rock / Experimental
Los triunfos del sinsentido también pueden ser triunfos del sonido.
El punk es una cuestión curiosa. Aunque originalmente se trató de la rotunda negación del rock como “arte serio” y sin duda una reacción visceral y burlona al rock progresivo con sus cada vez mayores ínfulas de clasicismo y pretensión, muchos argumentaron y argumentarán no con pocos argumentos, que el movimiento punk le dio al rock ese empujón definitivo para acercarlo a las tendencias estéticas e ideológicas del arte vanguardista de la segunda mitad del Siglo XX.
Por ahí muy, muy cercano al punk podemos encontrar el no-wave, una corriente musical que abrazó la idea de “anti-arte”. El sub-género exploró sin tapujos el mundo de la disonancia, el ruido, así como el absurdo a través de sus letras y temáticas. Grandes exponentes son The Residents, Swans, James White o Glenn Branca.
Por supuesto que a pesar del abrazo a la hostilidad sonora y la idea de ‘anti-arte’, la probabilidad de que tu escucha promedio de Glenn Branca tenga un perfil más artístico e intelectual que tu escucha promedio de Pink Floyd es tan alta que la podemos dar prácticamente por un hecho. La búsqueda incansable dentro de la música lleva por terrenos donde el sonido no es precisamente bonito, reconfortante, ni significativo. Y aunque uno pueda y suela regresar ultimadamente a esa música que nos es agradable y espiritualmente valiosa, en verdad creo que quien no se confrontó al otro lado de la moneda vive bajo el desconocimiento de toda una cara de ese complejo fenómeno que conocemos como sonido.
Todo esto viene a colación por el texto introductorio que la banda mexicana Demencia Infantil presenta para su disco Monigote Cualquiera, que en este caso considero a lugar reproducir palabra a palabra:
“’Monigote Cualquiera’ es un ser sin carácter, que se deja manejar y gobernar. Así el oyente (de blanco en la portada) hace de nosotros (de negro) y de nuestra música lo que le parezca, somos seis individuos al servicio de algo que no entendemos y convirtiéndonos en monigotes.
Nuestras canciones no tienen significado ni sentido, al final es ruido organizado, y con ello titiriteamos al oyente transformándolo en un cualquiera, un común, un monigote.
Así que la concepción del disco es esa, todos nos dejamos gobernar, esperando una liberación del otro lado del umbral. Todos significamos al mundo a nuestro parecer, y cada obra es tan estúpida, genial, falsa, rompedora, importante como te lo hagan y te lo hagas creer.”
Tanto por esta descripción como por el sonido mismo del disco, creo que es imposible negar que Monigote debe mucho a la escuela del punk, el pust-punk, el new wave y por ahí otras cosas un poquito más rebuscadonas y mariguanas como el Rock In Opposition (RIO), el avant-prog y el jazz libre.
El disco en si es la verdad un logro considerable dentro de nuestra escena nacional y realmente uno de los muy contados que puedo recordar que adoptan esta muy original estética sonora entre jazz, ruido y punk. Se trata de un sonido entre cosmopolita y distópico, nacido y alimentado por las clases iconoclastas que se ocultan en sótanos escupiendo y añorando simultáneamente la posibilidad de su propio reconocimiento dentro de los círculos artísticos un poco más formales. Y eso no es una crítica; al final el resultado es uno que no puedes obtener ni en tu tocada de rock, ni en tu club de jazz tradicional, ni mucho menos en tu sala pública de conciertos.
En fin, no nos volvamos ese académico pedante que quiere proyectar su visión en hasta el último detalle de una obra que se asume a si misma como sinsentido. Mejor, dejémonos ser monigotes.