Portada de la película No Nos Moverán.Portada de la película No Nos Moverán.
Calificación favorito de Rehilete
Calificación favorito de Rehilete

Reseña por Memo Fromow

No Nos Moverán (2024)
Pierre Saint-Martin
Varios Lobos
Película: Drama

El 2 de octubre no se olvida... todavía.

La masacre de Tlatelolco es uno de esos asuntos de los que no se ha dejado (ni se dejará) de hablar, y sobre los que no se podrá jamás haber dicho todo. Los eventos parecen haber sido tan claros, la condena tan unánime y la opinión pública e histórica tan tajante, que no hay demasiado por discutir. Pero aún con ese raro privilegio que es el consenso, quedan aún mil detalles por aclarar, nueva información que sigue saliendo a la superficie con cada sexenio y microhistorias que arrojan nueva luz sobre una época que no termina de pasar. Incluso cuando todos los que hayan tenido algo que ver con Tlatelolco se hayan ido, sus voces seguirán reverberando; seguiremos interrogándolas hasta que este país ya no exista.

La literatura y el cine en torno al acontecimiento son una clara muestra de lo inagotable del tema: son cosas muy distintas las que se pueden leer y ver en cada una, por mucho que traten de lo mismo; desde las versiones de los hechos, hasta el juicio moral. Visto más de cerca, el supuesto consenso es más bien una ilusión al punto que varios de los sobrevivientes que luego se encontraron en el campo de las letras acabaron peleados, y eso que estaban del mismo lado…

La licenciada Socorro es una anciana abogada que vive en el edificio Chihuahua del complejo Tlatelolco con su hermana y, al menos hasta que consiga trabajo, su hijo y su nuera. Los años, sobre los que aún pesa la muerte de su hermano durante la matanza del 68 le han dejado un amargo carácter y un empolvado (pero nunca olvidado) deseo de venganza. Pero como por mientras había que comer, siguió viviendo, trabajando, criando a su familia, envejeciendo y ayudando a quienes lo necesitan con sus superpoderes de abogada setentera que todas se las sabe. Mal o bien, tiene una vida más allá del dolor que parece estar próxima a cerrar resignada a la injusticia… Hasta que un día, un golpe de suerte la pondrá sobre la pista de la justicia que tanto ha estado buscando. Veremos si es lo que esperaba.

Lejos de la arena puramente política está No nos moverán. Menos mal no se mete en honduras con un debate que, como dijimos, está lejos de estar resuelto, y que, peor aún, está erizado de cuestiones espinosas que, al picar, sacan lo peor de algunos. Nada de debates inútiles: a pesar de lo cargado que es casi todo producto relacionado con la matanza de la Plaza de las Tres Culturas, No nos moverán se las arregla para hablarnos más de las personas y sus luchas personales con la nostalgia, el rencor y la carga de seguir viviendo después de una tragedia, antes que de la tragedia en sí misma.

Por momentos, parece que uno está viendo una película que nada tiene que ver con la historia, nos hallamos solos con el presente y sus muy actuales conflictos; lejos de los muertos de antaño y su larga, larga, laaargaaa, sombra. La trama está salpicada de sutiles elementos recurrentes que se juntan para acentuar la atmósfera de vejez, de tiempo transcurrido e irrecuperable. Especialmente conmovedora me resulta la insistencia en los cigarros y el humo que casi todos los personajes ancianos presentan: estando tan cerca del final sólo nos quedan nuestros placeres personales, por destructivos que sean. Queda el orgullo de poder elegir nuestra muerte.

Elegantes detalles están por todos lados. Que no se diga que no hay lírica ni tragedia entre tantas groserías y ambientes setenteros dignos de Alfonso Zayas.

La película está filmada totalmente en blanco y negro, enfatizando la sensación de estar contemplando un asunto ajeno a nuestro tiempo y acorde con la edad de los personajes principales de esta historia. Es impresionante lo mucho que se puede lograr concentrando la acción en tan pocos y tan sencillos escenarios; le bastan a la trama apartamento, una bodeguita y unas pocas tomas fugaces en la calle y en otros escenarios igualmente sencillos para llenarnos con casi dos horas de una historia sumamente intensa que no te deja bajarte de la acción ni cuando parece querer relajarse con momentos domésticos a los que no les quita la ternura el hecho de suceder mientras se planea un crimen que se antoja sangriento.

La fotografía es una preciosidad indiscutida: casi no hay toma que no esté tratada con religioso amor al detalle. Es natural, considerando que a fin de cuentas son pocos y reducidos los espacios que conforman nuestro set: el que poco abarca mucho aprieta; y aprieta muy rico en los ojos.

La venganza y la justicia son de esos conceptos que simplemente no pueden abordarse sin detenerse caso por caso, de modo que es prácticamente imposible hacer afirmaciones terminantes sobre ellos. Del mismo modo que los eventos del ‘68 son y serán eterno objeto de debate, también la moralidad de la venganza queda sin cerrarse del todo en esta historia. Cuando llegas al final de la película te das cuenta que eso ya pasó a segundo plano: no se trata de lo que está bien o está mal, si las cosas realmente pasaron de una manera o de otra, eso quizás no lo podremos llegar a saber nunca, pero sí podemos elegir como lidiar con ellos.