




Reseña por Memo Fromow
Ojerosa y Pintada (1960)
Agustín Yáñez
Libro Mex Editores
Libro: Novela
La Ciudad de México, el siglo y la vida vistos desde el espejo retrovisor.
Mi archienemigo Agustín Yáñez ataca de nuevo, esta vez con una pequeña crónica sobre la vida urbana de la ciudad de México a mitad del siglo pasado, a través de la mirada de un chafirete de tantos.
No lo creí ni cuando lo vi en la descripción de la contraportada, pero el título que tanto evoca a la imagen del amor fácil está tomado de un verso del más lírico e idealista de los poetas mexicanos, el inolvidable López Velarde. Hay que decir, la conjunción de la imagen urbana de la meretriz desvelada y su subversión al mencionarla con una referencia al poeta de la Patria y el amor ideal por excelencia (López Velarde, por si no había quedado claro) sintetiza en una fórmula no menos que magistral la fusión del México tradicional con el México moderno que es el escenario y el objeto de este libro.
¿Se acuerdan de ese programa de Canal 7 de hace como 20 años que se llamaba Taxi ¿libre? donde un actor recogía a personas “al azar” y se grababa la plática que se armaba? Pues este libro es básicamente ese concepto hecho novela. Aunque no voy a negar que conserva algo del kitsch que hacía llamativo el concepto del programa, el hecho de que Agustín Yáñez esté al timón es garantía de que no vamos a caer en el amarillismo literario.
24 horas en la vida de un fuereño hecho taxista y aproximadamente 210 páginas es todo lo que necesita Yáñez para presentarnos (otra vez) a la vasta selección de gente que empezaba a poblar la ciudad en la época del boom demográfico. Todavía faltaba para que la mancha urbana se tragara a Naucalpan y menos aún Tlalnepantla y Cuautitlán, así que la ola interminable de inmigrantes ambiciosos de comerse el país y los que solo buscaban trabajo tenían que apretujarse en la parte vieja de la ciudad junto a las familias jóvenes y en constante crecimiento.
Tal vez en homenaje al entusiasmo reproductivo de un país que vuelve a nacer a la vida con la energía y el optimismo de la posguerra es que el libro se inicia con nuestro protagonista recogiendo a una parturienta que acaba dando a luz en el taxi. Empezamos con un boom y de nuevo Yáñez vuelve a darnos una imagen que resume un siglo: México está poblándose con la generación de los que serían nuestros padres (o abuelos) en un par de décadas más. Lejos está ya la Revolución y sus campos azotados por la guerra pero recordados con pastoril nostalgia en otros textos de Yáñez: hay que ir a trabajar o a la escuela, que el México nuevo está esperándonos.
Estudiantes, trabajadores, sindicalistas, catrines trasnochados, empresarios corruptos, políticos chicaneros y una miscelánea de personajes se juntan todos en el asiento de atrás del conductor que los lleva de un punto a otro de las zonas clásicas de la ciudad: La Villa, el Zócalo, Atlampa, la Roma, la Condechi, San Ildefonso, Moneda y todas las que cualquier preparatoriano chilango y desorientado ha recorrido en su momento en tardes de pinta. Si en sus anteriores libros Yáñez se deleita con el sopor nostálgico del interior de México, aquí se desvela como defeño entusiasmado y esperanzado con el Milagro Mexicano que está a todo lo que da: llenas las oficinas, llenas las escuelas, llenas las calles y trabajando todos de lo que sea, que por poco que pueda ser alcanza como para que los migrantes del interior de la Provincia (como diría el entonces joven Chabelo) sigan soñando con llegar en oleadas. Soñando con repetir las hazañas de Benito Juárez, Ignacio Manuel Altamirano o Juan Álvarez y otros ilustres conquistadores de la CDMX a los que no detuvo la lejanía de su Estado natal para llegar a tener la Ciudad en sus manos. Ahora, 100 años después de esa legendaria generación de oaxaqueños, guerrerenses, guanajuatenses y demás compatriotas, sus paisanos vuelven a la carga en un México en el que todo puede volver a pasar.
Visto a la distancia, es un libro que rezuma un optimismo perdido después de 70 años de romper una y otra vez el techo demográfico y otras tantas cosas. Yo sé que está muy visto el mecanismo literario de señalar y decir “oye, la Ciudad era diferente entonces que ahora”: no me digas… Pero esta Ciudad de México era ya entonces (y ya desde los tiempos en que hasta un cosmopolita como Humboldt quedara deslumbrado con ella) inmensa, enorme, inabarcable, y podrías pasarte la vida leyendo a sus tantos cronistas, amantes e íntimos (Cervantes de Salazar, Lizardi, Prieto, González Obregón, Valle Arizpe, Novo, etc.) y ni así acabarías de conocerla como fue ni como es. El libro de Yáñez es un capítulo (chiquitito) más en el ya multicentenario ejercicio de tomarle el pulso a este fantástico monstruo de ciudad y documentar sus interminables cambios.
La Patria, como decía el mismo e inevitable López Velarde, es siempre la misma, sus ciudades, su vida y su gente, como nos muestra Yáñez, no.