




Reseña por Lalo Enríquez
Palabras Mayores (1975)
Luis Spota
Grijalbo
Libro: Novela
Bienvenidos al sofisticado circo de la sucesión presidencial.
Palabras Mayores de Luis Spota es una de las grandes obras de la literatura política mexicana. Y no hay que ser muy osado para decirlo así, con esa claridad.
Para cuando dicha novela apareció en el mercado mexicano, el autor capitalino ya estaba plenamente consolidado y se trataba de una figura central de nuestras letras. Si consideramos que la publicación de su primer libro se dio en 1945, comenzamos a entender cómo es que el estilo y tino de la escritura de Spota llegaron a ser prácticamente quirúrgicos, exactos: 30 años de experiencia de un autor de oficio que se plasman en la cuidadosa elección de cada palabra, cada oración; cada cosa que se nos dice y cada una que se nos deja de decir.
Pocas veces se ha retratado con tal lucidez la naturaleza descarnada de la lucha por el poder, siendo de paso una crítica mordaz a más no poder del ambiente político que se vivía en México a mediados de los años 70’s, con toda su complejidad y variedad de actores. El famoso “dedazo”, la corrupción y el tráfico de influencias, los regalitos pasados de tono de los que nadie se tiene que enterar, la adulación y lambisconería que bordan en lo grotesco, la infidelidad y el libertinaje de las clases políticas, las traiciones, juegos sucios y escándalos, las prácticas monopólicas y el contubernio pleno del sector privado.
Palabras Mayores aborda un momento en la política del país en el que se estaba dando una transición histórica a la tecnocracia. Con mucho tino, el presidente Gómez-Anda dice “Uno llega a ser sabio cuando la sabiduría ya no cotiza porque inventaron las computadoras”. Lo mismo podríamos decir hoy de la inteligencia artificial.
Sin embargo, todo este análisis lo hace Spota desde una especie de simulación o recreación de la historia moderna de México bajo el encubrimiento de un país imaginario que le permite observarla de manera relativamente objetiva y desapasionada. Nada falta, y nada deja de reflejar el carácter profundamente observador de su autor. La auténtica democracia ni siquiera figura en su esbozo y termina confrontándonos con la lógica corrupta de cientos de promesas y de alianzas imposibles de cumplir que caracteriza a toda época de elecciones.
Quizás lo más destacado del asunto sea el manejo que hace Spota del perfil psicológico de sus personajes. La historia gira alrededor del Ministro de la Industria, Víctor Ávila Puig; realmente un personaje excelentemente bien construido, del cual llegamos a conocer sus debilidades, fortalezas, gustos y disgustos, vicios y virtudes, miedos y motivaciones. Al final termina por ser una figura entrañable y compleja.
Su lucha por la presidencia coincide con una serie de coyunturas en su vida: inmenso distanciamiento de su esposa al tiempo que añora a su amante y a la hija que con ella tiene; la madre a la que ama con ternura agoniza en su lecho de muerte al tiempo que él lidia con decenas y decenas de conocidos y desconocidos que quieren acaparar su tiempo o destruir su reputación; una peligrosa tendencia al alcoholismo, la depresión y la paranoia. Y aun así, parece decirnos la historia, la ambición lo puede más cuando tanto poder se tiene tan al alcance.
Mi única posible crítica, aunque realmente creo que al final ayuda a cumplir con la intención del libro, es que el desfile interminable de lamebotas y convenencieros termina por rozar en lo ridículo. Pero quien sabe, no dudaría que sí sea realmente tan ridículo y caricaturesco el cortejo infinito por el que pasan los candidatos en los meses anteriores a la sucesión presidencial, especialmente aquel que va para ganador.
Al final, el libro muestra también un excelente humor oculto que satiriza lo pomposo, cínico y tragicómico de la política humana, y particularmente la mexicana. Como es comúnmente mencionado respecto a esta obra, hay un algo que la hace inaudita en su perpetua actualidad y relevancia. Por dar un ejemplo, su descripción del ejército ganando más y más espacio en la vida pública puede sonarnos una campanita por acá, en nuestro tiempo y espacio.
¿Qué podemos decir? Por más popular que sea una revolución, el elitismo supremo será su resultado cuando la concentración del poder así lo permita. Y con la adoración a los políticos y el culto de la personalidad, quienes se los permitimos somos nosotros.