




Reseña por Memo Fromow
Ráfaga Roja (2025)
Liliana Blum
Seix Barral
Libro: Novela
La guerra SÍ tiene rostro de mujer.
Cuando iba en la secundaria, me preguntaba por qué es que siguen sacando documentales sobre la Segunda Guerra Mundial, si ya los eventos eran tan archiconocidos de todos que hasta formaban parte de la cultura popular. Desde entonces he recibido decenas si no es que cientos de contundentes y gratas respuestas a esa pregunta en forma de maravillosos documentales, libros, estudios, películas etc., que se han encargado de revisar la guerra desde mil perspectivas distintas y desafiantes que nos recuerdan que todo fenómeno tiene otras tantas aristas desde donde abordarlo para darnos respuestas a preguntas que entonces no se habían planteado, o no de la manera correcta.
La Historia, como el lenguaje, es inacabable, pero no tiene la última palabra: también tiene que tolerar la irrupción de la literatura y la imaginación.
Liliana Blum nos da una mezcla de ambas para hacer su contribución al interminable retrato de un evento del que quizás nunca se dejará de hablar. Dejemos las batallas monumentales y los acuerdos palaciegos para otros que tengan acceso a mejores materiales de investigación; desde nuestro lado del charco tal vez hacemos bien en centrarnos en los sucesos pequeños pero vitales. Alguno de esos tantísimos desconocidos pero decisivos fenómenos que decidieron el curso de la guerra para dar lugar al mundo que conocemos: la resistencia holandesa.
Más allá de Van Gogh y los mediocres helados que te encuentras en el congelador de la papelería más cercana, no creo que el entusiasmo por la tierra de los molinos de viento y los escándalos financieros basados en flores levante demasiado polvo en México salvo contadas excepciones, de modo que la autora nos da una excelente excusa para despertar el interés al narrarnos no solo una historia de guerra, sino una de esas que hay que rascarle para poder dar con ella.
Le invito una Magnum de chocolate con almendras a cualquiera que antes de leer este libro o esta reseña conociera la figura de Johanna Schaft, una jovencita que de niña bien en Amsterdam pasó a matar nazis y colaboradores holandeses valiéndose de su juventud y de su muy roja cabellera. Es, sin duda alguna, una de esas peras que los olmos dan en tiempos revueltos, de las que nos atraen como anzuelo a un tema que los lectores y los no lectores creíamos ya conocer sólo para que nos recuerden, con un buen boom, que ni de lejos está todo dicho.
Se sabe que será terrible, pero nunca se está del todo preparado. Todo lo que ya sabes está aquí: la crueldad de los nazis, la persecución de los disidentes y judíos, los cobardes y los alzados. Y todo lo que no sabías, también: el invierno del hambre en el 44, la estrategia alemana en el Mar de Norte, las eternas bicicletas y su papel decisivo para la resistencia holandesa. Aquí hay para todos, para los que saben y los que no. Liliana Blum no perderá tu tiempo.
Tal vez me equivoque, pero buena parte de la narrativa contemporánea con la que me he topado últimamente tiene una propensión muy notoria a la intensidad en forma de párrafos apretados con los flujos de pensamiento (a veces caóticos, pero muy expresivos) que los libran de las a veces un tanto pesadas convenciones de los diálogos con sus guiones y sus puntos y aparte que dan un aire de excesiva formalidad a lo que el autor debe dotar de la pasión de la tripa. Los sentimientos, las descripciones, los sucesos atropellados se agolpan en párrafos largos y emocionales que no se permiten perder la atención del lector al presentarle, por ejemplo, el diálogo de los personajes mezclado simultáneamente con sus pensamientos y las descripciones sintéticas de los sucesos y las circunstancias históricas. ¿Crees que en la guerra hay tiempo o ganas para andarse con bisoñerías? Los nazis están calle abajo y hay que estar despierto.
La prosa de Liliana Blum ya es conocida en el medio literario por no tener pelos en la lengua a la hora de tratar con temas sarnosos y difíciles, de esos de los que es difícil hablar. La guerra y la crueldad con la que destruye a una mujer que en cualquier otro momento habría llevado una vida feliz son un campo donde el escabroso talento de Blum campa a sus anchas. En retrospectiva y bajo la óptica hollywoodense con la que tantos de nosotros hemos crecido, pelear contra los nazis es una divisa de honor (cosa muy cierta) y una aventura divertida (cosa muy, pero muy falsa). La gente no sale nunca de una guerra siendo los de antes; el dolor empieza a pesar aunque no sea el tuyo.
Las vivencias de Johanna suenan emocionantes para un guion de alguna fantasía rosa digna de poner en película con soundtrack meloso, pero aquí no nos ahorran el proceso en vivo del brutal aplastamiento de un alma sensible bajo el peso del horror y la muerte de lo que creía y de los que ama, uno por uno. No hace falta caminar entre las balas del frente de batalla para acabar hecho pedazos cuando tratas con los nazis.
Estoy seguro de que muchas personas se acercarán a este libro esperando una especie de historia semi-motivacional y triunfalista que consista sólo en elogiar lo ya elogiado, sólo para toparse de frente con la crónica de la ruina de una persona, pero aún, una persona real. A decir verdad, considero que eso será casi como un servicio a la comunidad, no solo por recordar a alguien que se perdió a sí misma por luchar contra el fascismo guiada por su brújula moral, sino para desvirtuar la imagen de la guerra como una aventura de fin de semana que años de propaganda han inculcado en los menos avispados.
Salud por eso.
Guerra al fascismo y a la guerra, siempre.