Portada de Serenata del Zombi.
Portada de Serenata del Zombi.
Calificación recomendada de Rehilete.
Calificación recomendada de Rehilete.

Reseña por Guillermo Fromow

Serenata del Zombi (2019)
Tebin - H.G. Santarriaga
Pura Pinche Fortaleza Comics
Libro: Novela Gráfica

Zombis, mujeres y canciones o la integración de lo mexicano al imaginario pop.

Se me cayó el monóculo en mi copa de champaña cuando vi la portada de este cómic.

Mucho se habla de hibridaciones entre la cultura pop y la cultura tradicional mexicana y ese tipo de mestizaje nos ha regalado ya cosas de terror-pánico desde los tiempos del tremendo Juan García Esquivel y su Manicero adaptado a la temprana música electrónica hasta el reciente Onyx Equinox y su animé de tema prehispánico. Y con estos antecedentes, la verdad es que una cosa como esta ya se había tardado.

Zombies contra charros: estoy seguro que todos lo habíamos pensado alguna vez, no puedo ser el único que tuvo esa fantasía a la hora del recreo, pero hasta ahora sólo el dúo dinámico de Esteban S.R “Tebin” y Héctor Santarriaga se ha atrevido a hacerlo con la profesionalidad y el talento que separan el sueño guajiro de torta y frutsi, de la gloriosa realidad en preciosa portada de pasta blanda que convierte al plástico en el verdadero material de los sueños.

Pura Pinche Fortaleza cómics nos trae ésta historia. Es una de las cada vez más numerosas editoriales mexicanas independientes, creación y operación de los artistas que escriben y dibujan para ellas en el ánimo por revivir la narrativa gráfica mexicana que ha cobrado nueva vida gracias esta era del arte digital y la hipersegmentación de nichos de mercado. Suena a jerga mercantil, pero esto ha permitido crear nuevos públicos para artistas que de otra manera se quedarían marginales. ¡Ánimo Muchachos!

La portada se robó mi atención apenas verlo: una alucinación de derivados del rojo sobre un fondo verde mortuorio que nos recuerda a las flores del Anáhuac que crecerán sobre las ruinas de la CDMX cuando llegue el apocalipsis zombi y sobre todo ello al pendant de Jorge Negrete lanceando muertos con la guitarra.

Y los contrastes siguen apenas abrimos las páginas: nos recibe la cortesía de una playlist sugerida por los autores y que alternan los clásicos de todas las fiestas (“Sombras nada más”, “Esclavo y amo”, “Deja que salga la Luna”) con los éxitos de todas las tardeadas preparatorianas de los ochentas, noventas y dosmiles (Aerosmith; Megadeth y hasta David Bowie). Es una parte importante escucharla con el acompañamiento sugerido, verdaderamente agrega mucho. No sé si fue plan con maña o un accidente feliz, pero el repartir el texto de las canciones a lo largo de las páginas, dividiéndolo de modo que acabas pausando la lectura hasta que la canción llega a la parte donde está el cuadro de texto con el pedazo justo de la letra que conoces y esperas, se me hizo una manera ingeniosa de forzarnos a detener la mirada y apreciar el arte de cada página. Como lector regular de textos más largos, mi instinto me empuja a leer tan rápido como sea posible e ignorar las flores del camino, cosa imperdonable en una novela gráfica. Pero aquí, el hecho de que el cuadriculado de la página especificara tan bien donde debía esperarme para llegar a escuchar al gran José Alfredo de modo que su legendario “pero sigo siendo el rey” se sincronizara con la carnicería, me hizo apreciar mucho mejor el trazo firme de Tebin y los fantasmagóricos entintados de Santarriaga, que bien merece que me detenga en ellos.

Sin sombrero no hay vaquero, ni mariachi sin guitarra o Novela Gráfica sin gráfica y muy pero que si muy gráfica es esta novelonga y no por sangrienta, que sangre y tinta no le faltan, aunque esté en blanco y negro.

Los contrastes continúan: recordemos que esta es una novela dibujada a cuatro manos. Por un lado, tenemos el trazo firme y caricaturesco de Tebin, que conforma un trazo firme, de líneas muy duras con el juguetón desparpajo de una caricatura 2D que me recuerda mucho a los éxitos de Disney Animation Studios como The Owl House. Nos recuerda que con poco se puede hacer mucho. Pero antes muerto que sencillo: el material adicional también nos habla de cuanto trabajo es necesario para planear una sola página en este estilo y que detrás de la fluidez de los trazos se esconde una compleja arquitectura de planos. Lo barato sale caro, pero con gusto se paga si tiene esta calidad.

Luego está Santarriaga, que hace buen contrapunto al puntilloso método de su compañero con su manejo caótico de las tintas. En sus cuadros, lo que ves es lo que hay: lo elemental de los fondos y los elementos complementarios nos permiten centrarnos en el súper primer plano en que pone los elementos que usa, no pierdas tu tiempo con accesorios cuando tienes a objeto principal tan amorosamente dibujado justo frente a ti. De cuando en cuando sus cuadros se reducen a lo mínimo, pero sólo para recalcar aún más la fuerza del detalle en el cuadro que viene. Contraste dentro del contraste. Su dominio de la tinta es una maravilla y me atrevería a decir que es la evolución natural del veterano artista Eko. ¿Será por ahí que podemos trazar la genealogía artística de Santarriaga? Como quiera que sea, yo me bebo esa tinta con mi chocomilk todos los días de la semana.

En cuanto a la historia, la novela maneja una narrativa diacrónica (palabra dominguera para referirse a largo plazo) y cuando crees que conoces a tus mariachis… tenga pa´ que se entretenga. Quisiera abundar más, pero creo que ya dije demasiado y no quisiera arruinarte la vuelta de tuerca, muy del estilo de lo que hemos visto en novelas como La Ciudad y los Perros del viejo Vargas Llosa.

Mejor hablemos de cuantas referencias caben en una aparentemente sencilla historia de zombis: Perros de Reserva, las canciones de mariachi, Robert Rodríguez, Vargas Llosa y si vi bien, creo que hasta Sailor Moon con su inolvidable Tuxedo Mask en la piel de Juanga o mejor dicho Juan Pink. Y las que me digas.

Cuando era niño y veía esas películas y series que hoy son el tesoro de la juventud pasada, mejor conocida como chavorruquez, siempre soñaba con trasplantar esos épicos escenarios y esos héroes todo-lo-puedo a mi viejo México e imaginarme reanimar con ese vino nuevo a una nueva épica nacional como le hubiera gustado (y a la vez horrorizado) a Ignacio Manuel Altamirano o a Guillermo Prieto; quizás aún tenga que esperar un poco para ver a Pedro Páramo en animé o para mi gran oda a la Guerra de Reforma en ska, pero con creadores de esta talla, creo que vamos por buen camino.

¿Qué más le pides a la vida? Zombis, mujeres y canciones.