




Reseña por Memo Fromow
Terrestre (2025)
Cristina Rivera Garza
Random House
Libro: Cuento
La tierra es finita, pero los caminos que la recorren no acaban nunca.
Al inicio de la ya clásica novela de Ciro Alegría, El Mundo es Ancho y Ajeno, al despedir a los indígenas de sus tierras, el terrateniente malora medio se molesta en justificar su cruel decisión aduciendo que el mundo es ancho, y hay muchos sitios más donde se podrán asentar. Omitió agregar que no solamente es ancho, sino también ajeno. Sin embargo, no solo el mundo es ajeno: también lo son el tiempo, la imaginación y la vida.
De la creadora de libros ya clásicos como Nadie me Verá Llorar o El Invisible Verano de Liliana, nos llega este libro de “crónicas” donde se hibridan sin ningún recato, pero desbordando estilo, los recuerdos, la fantasía y una profunda conciencia de la fugacidad y fragilidad de los seres humanos. Garza es una escritora polifacética que maneja los géneros con destreza, de modo que una temática que en manos de un escritor más inexperto correría el riesgo de convertirse en un burdo reclamo depresivo, aquí logra conjugar elementos tan disímiles como una lacerante conciencia social y la vastedad del tiempo.
Terrestre es un libro de viajes emprendidos en diferentes circunstancias por diferentes personas en diferentes tiempos, siempre llevados por un invisible pero invencible impulso de viajar, sea lejos del tedio o del hambre: algo los lleva fuera de su mundo. Suena sencillo, y bien visto, en efecto lo es. No en vano en la literatura de viajes encontramos algunas de las cúspides de la literatura universal, especialmente en los viajes que nunca pasaron, o que al menos trascienden su naturaleza como recuento de hechos impresionantes: Los Viajes de Gulliver, Robinson Crusoe, 20,000 leguas de Viaje Submarino. Entre más lejos del mundo, más revelador. Y no por ser estos viajes casi todos en México, o muy cerca de él, dejan de remontarse los viajeros en cuestión a los confines de la misma humanidad. En estas aventuras, la autora explora una multitud de temas tal, que realmente sorprende como caben todos en menos de doscientas páginas. La soledad, la muerte, la misoginia, el amor, la lucha social, la historia de México, la futurología, la ecología; más impresionante aún, cómo lo logra sin dejar en ningún momento de ser un concienzudo y abierto ejercicio estilístico digno de un experto explorador del lenguaje. Los viajes, interiores y exteriores, ilustran, y la gente de mundo se hace notar.
Como en todo viaje, los paisajes son una parte importantísima de las impresiones recibidas, y como usualmente sucede con las almas sensibles, la geografía interna termina por subsumir a la externa; el corazón convierte el mundo en su propio reflejo. Recorreremos desde la selva hasta los confines helados; de la nostalgia hasta imaginadas geografías estelares con que los personajes cartografían mapas bien los límites de su sentir.
Si me preguntas, estas crónicas semi imaginarias son construcciones a medio camino entre libérrima fantasía y acuciante realidad (más tirando a realidad, aunque no por mucho, puesto que la fantasía también tira fuerte); realismo que raya en la denuncia social al más puro y crudo estilo de un José Revueltas. Pero a diferencia del panfleto (y no digo que Revueltas lo fuera) y de la desolación (esa sí muy Revueltiana), la crudeza o sentido de inminente peligro viene balanceada como debe hacerse en la literatura: con una fantasía lejana de lo rosa, sino anclada en la dinámica de la escritura. Cada pieza que compone el libro echa mano de recursos narrativos o puramente escriturales, bien distintos uno del otro, para hacerlos despegarse de la mera crónica. A veces nuestros protagonistas se convierten en más que humanos, sin que ello los exima de tener que vivir como tales, y a veces escuchamos las historias a través de longitudes temporales imposibles, pero que agregan la poesía del eco a un evento ya pasado y recordado solo a medias a través de subterfugios y casualidades tan imposibles que son fantasía sin despegarse un segundo del mundo cruel.
En cuanto a la seriedad y poesía con que se aborda uno o varios temas, casi me parecen ensayos por cuanto abordan los efectos de tal o cual circunstancia en uno u otro aspecto de la existencia: del final del amor y cómo se le hace frente con entereza y decencia hasta la inseguridad crónica de la vasta campiña mexicana, ya patente desde muchas décadas antes de la llamada guerra contra el narco.
Mucha metáfora y mucho juego de lenguaje, pero con Rivera Garza, la terrible materialidad no deja nunca de reclamar su parte.
En Residencia en la Tierra, Pablo Neruda da cuenta de una profunda angustia ante el espectáculo de un mundo en ebullición. La humanidad anda tan revuelta que quizás ni la poesía basta para calmar el ansia. Me parece que Terrestre está emparentado con esta actitud no solamente por la referencia a lo más groseramente físico y mundano, sino por el reconocimiento de nuestra condición de náufragos en nuestro propio mundo. Pero, así como Neruda posteriormente halló coraje en un firme rumbo que decidió seguir hasta las últimas, los viajeros de este itinerario, aunque no saben a donde los llevará su viaje, lo siguen sabiendo que todos los caminos llevan a casa cuando se sigue un rumbo firme y se tiene la entereza para no desfallecer.
El mundo es ancho, pero quizás después de todo no tan ajeno por cuanto no damos nunca un paso sin dejar una huella, nuestra huella.


