




Reseña por Augusto Montero
Veneno Para las Hadas (1986)
Carlos E. Taboada
IMCINE
Película: Terror
¿Una bruja convertida en niña o niña convertida en bruja?
Se dice por ahí que el enemigo mortal de las brujas son las hadas, porque en esta eterna dicotomía del bien y el mal (las brujas feas y malvadas, las hadas bonitas y buenas), tiene sentido que exista este tipo de rivalidad. Hay una ventaja que tienen las brujas sobre las hadas; si nos apegamos a la tradición: una mujer se puede volver bruja ¿pero cómo se convierte una en hada? En esta reseña no nos pondremos a buscar una respuesta a ese enigma, más bien hablaremos sobre cómo se hace una bruja; porque éstas no nacen, se hacen.
Para poner un punto final a la tetralogía del terror de “El Duque del Terror”, Carlos Enrique Taboada, tenemos su obra final: Veneno para las hadas. La película nos presenta a Verónica, una niña huérfana y marginada que, influenciada por los siniestros cuentos de brujas de su niñera, escapa de su dura realidad fantaseando con ser una de ellas para sentirse poderosa. Su solitaria vida cambia con la llegada de Flavia, una nueva alumna tímida y adinerada. Para impresionarla y ganar control, Verónica finge ser una bruja con poderes reales. Esta peligrosa dinámica se intensifica cuando una coincidencia fatal hace que la crédula Flavia crea ciegamente en los supuestos poderes de su amiga. A partir de ese momento, Verónica somete a Flavia a un cruel juego de manipulación psicológica, exigiéndole sus posesiones más preciadas y una lealtad absoluta.
[Alerta de spoiler durante el resto de este párrafo:] El retorcido vínculo alcanza su punto de quiebre durante unas vacaciones en una casa de campo, donde Verónica planea crear un veneno para consolidar su dominio. Llevada al límite del terror, Flavia finalmente se rebela. En un acto estremecedor, invierte los papeles y atrapa a Verónica en un granero en llamas. La película culmina con la imagen de Flavia observando, con una inquietante sonrisa, cómo su atormentadora recibe el mismo final que las brujas que tanto admiraba.
Cuando uno ve la película por primera vez se queda con la incógnita: ¿Entonces Verónica era una bruja que se hacía pasar por niña o era una niña que se volvió una bruja? Taboada nos ofrece una distorsión de la infancia al proponernos una niña que quiere ser mala, no por influencia de un ser de maligno que la mal aconseja (como en El libro de piedra) sino por iniciativa propia. Quizá la imaginación desbocada de la niña, la soledad de su orfandad y los cuentos de su niñera le movieran a ese deseo; sin embargo, el que quiere hacer el mal sólo necesita un pequeño empujón. Y pensar en un niño queriendo hacer el mal es una visión muy chocante respecto a lo que tenemos pensado que son los niños, criaturas puras e inocentes. El terror, más que sobrenatural, en esta obra es terrenal al concebir que la maldad es humana, sin importar la edad.
A manera de cierre respecto al cine de terror de “El Duque” tenemos una obra que fascina por su historia, donde la fantasía converge con la psicopatía. Los psicópatas posiblemente nazcan, no se hagan. No hay que hacerle nada malo a uno para que su maldad florezca; pasa lo mismo con las brujas, si son malas, está en su naturaleza. Al final, esto puede interpretarse como el miedo a que tu hijo/hija sea malo por naturaleza propia, que tú como padre o madre no hagas nada malo, pero tu criatura aborrezca a las hadas por simplemente ser buenas. Y cuyo anhelo sea poder exterminarlas, de una manera cruenta y traidora, que las incendie por dentro y apague su bondad; y para eso no hay nada mejor que el veneno.