Rescatamos las 4 obras en las que Vasconcelos abordó su vida, para que conozcas a fondo a este complejo personaje que transformó nuestra cultura.
Hace mucho tiempo, en un lugar muy cercano, hubo un hombre que no le caía bien a nadie: difícilmente se podía negociar con él, tenía mal carácter e iba por ahí con un tufillo de superioridad moral que le acarreó muchos problemas en la vida. Y sin embargo, semejante tipo dejó una cicatriz de fuego en la memoria de este país, como dijera Alfonso Reyes.
Ese señor fue José Vasconcelos Calderón, nacido en 1877, oaxaqueño por nacimiento pero mexicano por vocación, aunque el suyo fuera un México que hoy día nos resulta a muchos más bien extraño. Pero quizás, igualmente necesario.
Dicen que la Historia la escriben los vencedores, pero la obra de Vasconcelos por muchos años fue vivo testimonio de que eso, ya a mediados del siglo pasado (y muy seguramente desde mucho antes) era poco más que un aforismo perezoso para mal responder a cuestiones complejas. Si la Historia OFICIAL, la escriben los detentores del poder, la memoria y muchas, pero muchas otras manifestaciones de la memoria permanecen con los vencidos o los que simplemente no tienen TANTO interés en la lucha por el poder; sino simplemente recordar quienes son, fuera de su calidad como ciudadanos de un estado.
Las memorias de Vasconcelos, de las cuales al menos el 1er tomo figura como libro iniciático para cualquier joven mexicano, fueron, a pesar de su estilo pesado y su marcado rechazo de varios de los clásicos tropos nacionales, exitazos de venta en su momento, superando la indiferencia, la antipatía oficial y el analfabetismo. No deja de resultar intrigante, sobre todo considerando nuestro zeitgeist actual, como una obra tan agresivamente racista y anti indigenista pudo calar tan hondo como para ganarse el apoyo de las mismas personas que el autor abiertamente desprecia. Algo debe de haber de bueno aquí entonces, algo muy bueno.
Para variar, hay que poner las cosas en contexto, y no, no basta con decir simplemente que la sociedad era muy distinta (especialmente la clase media, el público objetivo de Vasconcelos) sino también tomar en cuenta la realidad de una era tan ida y políticamente gris que parece haber caído en el olvido: el callismo de los 20's, cuando la Revolución mexicana se burocratiza y parece tornar a un status quo muy similar al porfirismo hasta en el conservadurismo social, no digamos económico. Los escándalos políticos de la década de los 20's no son tan recordados, quizás por lo desabrido de andar recordando infamias y sobre todo, en cuanto a contar historia se refiere, creo que es un poco la consecuencia del agotamiento que sentimos después de abordar la tragedia de la Revolución: deseamos creer que con el retorno de algo parecido a la paz de los 20's todos fueron felices o que de perdis algo de la justicia se hizo. Y aunque, en efecto, algo de justicia se hizo, la injusticia siguió siendo la norma... y eso no sienta muy bien al lector después de una década (o varias páginas) de violencia que al final, resultó bastante ingrata para con los que la sufrieron.
Sea por las razones que sea, para los lectores de Vasconcelos, los hechos denunciados en estos libros eran de rabiosa actualidad cuando empezaron a aparecer en los 30's; agregado al hecho de que el hombre ya llevaba al menos una década de actividad periodística, una campaña presidencial y un fraude electoral contra él para el momento que salieron, no sorprende su éxito. El vasconcelismo fue un movimiento de bases que se fraguó primero desde el prestigio personal como antiguo secretario de educación (cargo donde cosechó éxito y prestigio) y luego desde la militancia de bases, visitando personalmente municipio por municipio durante su atribulada campaña llena de incidentes que delataban el fraude que se avecinaba. Cuando el partido oficial truncó su ascenso a la presidencia, no solo el propio exministro quedó disgustado, sino toda una generación que se sintió robada y a la espera de quien cantara su tragedia. Quien, convenientemente, resultó ser Vasconcelos mismo, con lujo de bilis y detalle.
Es natural entonces, que si el PNR que le arrebató la elección a fuerza de balazos y chicanas se llenaba la boca de discurso socialista, sus adversarios se cargaran con la derecha para intentar salir del atolladero social en el que el callismo se había sumido con el frenado de la reforma agraria y el neolatifundismo. Pese a dos décadas de discurso en que se habían hecho imprescindibles los reclamos de justicia social para cualquiera que aspirara a un mínimo coto de poder, no solo ese discurso se hallaba en franca discordia con la realidad, sino que incluso se había ganado la mala leche del público. Por ello, buscó dar su voto de castigo a Vasconcelos, quien con tener unas posiciones más conservadoras que los que mantienen comestibles a los cheetos, extrañamente denunciaba también los males del porfirismo que heredó el Nacional Revolucionario, desde la concentración de tierras hasta la creciente influencia estadounidense, a la que siempre denunció en términos tan agrios que recuerda al más rabioso nacionalismo. Desde su vertiente financiera manifestada en la influencia de su archienemigo, el embajador Dwight W. Morrow; hasta la cultural, con su encono contra los protestantes, la YMCA, el jazz y otras tantas aparentes frivolidades.
Muchos coinciden en que Vasconcelos fue otro desde el fraude de la presidencial de 1929: la certidumbre de ser el campeón sin corona le amargó un carácter ya de por sí duro, y si antes era crítico del país y sus habitantes, ahora les echaba en cara no haber defendido con las armas su derecho a la presidencia, pero es de suponer que un país que había atravesado 3 guerras civiles más desde el fin de la Revolución (la rebelión delahuertista, la Cristiada y la rebelión escobarista) estuviera algo cansado. Además, si Vasconcelos esperaba poder levantarse en armas después del fraude (que ya veía venir) con la ayuda de los cristeros, el gobierno de Portes Gil le cerró esa puerta antes de que pudiera usarla alcanzando la paz con la iglesia. Ello desmovilizó y posteriormente dejó solos a los cristeros, que sin guía moral, pronto se desbandaron quedando a merced de las fuerzas federales; ya después, los cristeros se desquitarían con los maestros rurales la década siguiente.
En lo sucesivo, sus textos dejan el optimismo de La Raza Cósmica y se convierten en ardientes e inacabables denuncias cada vez más reaccionarias; adiós también al academicismo de la Metafísica o de los Estudios Indostanos. Aunque de pronto saltaban estrellitas como La Sonata Mágica, hacía mucho que Vasconcelos había pasado casi de lleno a la política.
Hasta su muerte en 1959 lo acompañaría el baldón de haber sido un filonazi, de lo que después se quiso desafanar; de haberse reconciliado con Calles en un bufo intento de conjura contra Cárdenas y en general, de ser una reliquia enojada fuera de las corrientes progresistas de su época. Mala suerte.
Como dije antes, si bien es el testimonio de un país que hoy resulta bastante ajeno a la luz de la Historia y de los cambios de más de medio siglo, eso no cambia que continúa siendo una voz muy vigente en la conciencia profunda de México. Detrás de la educación oficial mexicana cada vez más descafeinada, sigue sonando el eco de los reclamos raciales tanto criollos como indigenistas, el catolicismo a ultranza y la denuncia contra el centralismo; los reclamos nacionalistas contra la cada vez mayor penetración de los Estados Unidos, tanto de parte del conservadurismo como del progresismo y una muy necesaria fe en el proyecto de México.
A Vasconcelos se pueden hacer muchas enmiendas y reclamos, pero fue un hombre que vivió para México, quizás no el de todos. Fue ejemplo de constancia y lucha, espíritu gemelo de otro indomable, que inesperadamente él respetó enormemente a pesar de ser su opuesto casi perfecto: Ricardo Flores Magón, "alma de hierro" en sus propias palabras. Equiparable el empeño de sus vidas en sus respectivos proyectos de nación, así como el ejemplo de tesón que los alejó de los compromisos, de sus familias, del triunfo y de la misma felicidad, pues saben que en el mundo hay más que simplemente ser feliz...
Para los que miran desde afuera
de noche, las casas iluminadas,
y a veces quisieran estar adentro:
compartir con alguien mesa y cobijas
o vivir con hijos dichosos;
y lugeo comprenden que es necesario
hacer otras cosas, y que vale
mucho más sufrir que ser vencido.